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VALORES, ANTIVALORES, PECADOS Y PROPUESTAS MORALES

Actualizado: 1 ene 2022





Dr. Edmundo ESTÉVEZ M.

Profesor principal Carrera de Medicina. Universidad Central del Ecuador. Proyecto de creación del Laboratorio de Ciencias morales, neuropolítica y neuroética.




INTRODUCCIÓN

Los valores se construyen y se destruyen. Y se construyen y destruyen a través de los proyectos humanos y a lo largo de la historia. Todo acto humano acaba plasmando valores o disvalores en la realidad. No hay modo de evitarlo. De ahí la densidad ontológica y moral de toda acción humana, por simple o elemental que sea. Construir valores no es opcional, sino una necesidad imperativa en el ser humano. Construyendo y destruyendo valores el ser humano se construye y se destruye a sí mismo, tanto individual como colectivamente. No hay escapatoria. Y si tal es nuestra condición, más vale que aprendamos a hacerlo bien. En la perspectiva de Diego Gracia:

  • Los valores no solo se construyen y se destruyen, sino que se han ido construyendo y destruyendo a todo lo largo de la historia humana. Nosotros somos herederos de las decisiones de valor de todos nuestros antepasados. Es un depósito que se nos entrega al nacimiento y que no podemos no asumir pasivamente.

  • En esta primera entrega no hay proyecto sino mera recepción. Entrega se dice en griego parádosis y en latín traditio. Es el depósito que nos legaron nuestros mayores. A partir de él llevaremos a cabo nuestros proyectos, y por tanto nuestras decisiones de valor. Se nos legaron unos valores y a través de nuestros proyectos nosotros enriqueceremos o empobreceremos ese depósito.

  • Lo que no podremos es no proyectar ni, por tanto, crear o destruir valores, porque la mera renuncia al proyecto es ya un proyecto, y no precisamente el más responsable.

El lenguaje de la ética son los deberes, y estos provienen de los valores. A partir de esta relación proponemos en general la existencia de problemas éticos y de opiniones éticas. Las teorías éticas dan respuesta a los problemas éticos, pero también determinan qué opiniones éticas son verdaderas.

Los valores son producto de cambios y transformaciones a lo largo de la historia; surgen con un especial significado y cambian o desaparecen en las distintas épocas y todos los seres guardan sus propios valores. Cuando se habla de valores se hace referencia, de alguna u otra forma, a la relación del ser humano con los demás, consigo mismo y con las cosas (Sánchez Hernández, A., 2006). Nada que pase por nuestro delante lo dejamos de valorar (hechos y valores).

Los valores están presentes desde los inicios de la humanidad Para el ser humano siempre han existido cosas valiosas: el bien, la verdad, la belleza, la felicidad, la virtud; sin embargo, el criterio para darles valor ha variado a través de los tiempos. Se puede valorar de acuerdo con criterios estéticos, esquemas sociales, costumbres, principios éticos o, en otros términos, por el costo, la utilidad, el bienestar, el placer o el prestigio (Sandoval, M., 2020). El proceso de valoración del ser humano incluye una compleja serie de condiciones intelectuales y afectivas que suponen: la toma de decisiones, sobre todo la estimación y la actuación. Las personas valoran al preferir, al estimar, al elegir unas cosas en lugar de otras, al formular metas y propósitos personales.

Desde una perspectiva biológica, Kluckhohn V. (2020), subrayó que algunas investigaciones de neurólogos y fisiólogos habían hecho aceptable en el mundo científico el hecho de que los valores no son epifenómenos de la vida social, sino que los seres humanos responden tanto a ideas generales como a estímulos particulares. La selección entre las múltiples decisiones posibles tiene lugar gracias a la influencia de los valores, junto con las «limitaciones objetivas sobre ellos (impuestos por la naturaleza biológica del hombre, el ambiente particular y las propiedades generales de los sistemas sociales y culturales en que los hombres viven inevitablemente)».

Inquietan las cuestiones acerca de si somos o no responsables de las conductas que atañen a las relaciones con los demás, cuestión que se presenta llena de paradojas (Leiss, F., 2014). Se afirma con cierta frecuencia que los científicos han demostrado que no somos responsables porque han averiguado que aparece una activación típica del cerebro que refleja una decisión, antes de que seamos conscientes de ella; lo que significaría que estamos determinados (López, N., 2015).

Estudiar el fenómeno moral siempre fue un reto para el filósofo, el no filósofo y el hombre de ciencia. El camino que escogen nuestros actos morales está determinado por las circunstancias y por nuestras convicciones. El mal moral o pecado en la tradición judeocristiana es un alejamiento de los deberes y prácticas de la misma religión. La moral cristiana edifica un referente moral para una mejor convivencia entre todos. El no cumplimiento configura el mundo de los pecados, de los infieles y de los herejes y blasfemos.

Al parecer los pecados constituyen el motor de las sociedades y engendrarían beneficios impensables para la misma Humanidad, debido al deseo de bienes y servicios muchos de ellos innecesarios o de alcanzar la satisfacción pecaminosa de necesidades básicas, que gran parte de la población no logra cubrir ni los mínimos deseables (Objetivos del Milenio).

De acuerdo con la doctrina de los vicios y pecados, (La pnéumata que habita en la esfera de las siete estrellas móviles o planetas, tienta desde allí al hombre. Las siete propiedades pecaminosas que se instalan en el alma y la corrompen provienen de los siete planetas. Gregorio Magno introdujo en el medioevo una reflexión e interpretación alegórica sobre los pecados referidos a la propia historia de María Magdalena, de la que habían salido siete demonios (¿Et quid per septem daemonia, nisi universa vitia designantur?). ¿Y a qué se refieren los siete demonios, si no a los pecados universales?), aún vigente en la teología cristiana católica (no protestante), ésta deriva de doctrinas orientales, de la astrología, de la doctrina hermética, de los cultos mitráicos, de la especulación gnóstica y, más atrás todavía, de la influencia Babilonia, de la teogonía egipcia y otras (Rigotti, La Gula, 2014).

Los primeros en sacar los pecados capitales de su contexto originario y trasplantarlo a la tradición cristiana fueron los escritores y los eremitas de la edad de la patrística, quienes a su vez relacionaron los espíritus malignos de la concepción cosmológica y ultraterrena gnóstica con la concepción de los demonios de la antigüedad clásica y de la tradición religiosa judía (Rigotti, La Gula, 2014).

La doctrina cristiana habla de vicios (del latín vitia) o pecados a las predisposiciones psicológicas peculiares de cada individuo que acaban encontrándose, sin que pueda hacer nada, proclive a una u otra perversión. Son disposiciones del carácter, tendencias e inclinaciones al pecado con las que se nace (¿predisposición genética?). En definitiva, los vicios son una especie de premisas de la esfera psíquica para acometer una verdadera transgresión, que es el pecado.

En definitiva, esta autora concluye que el origen de la teoría de los pecados es claramente precristiano, pero el problema al que esa teoría se refiere es decididamente el problema de todas las religiones y de toda la filosofía o, lo que es lo mismo, deviene en el problema del mal. El mal es un engaño de la voluntad humana que penetra los espíritus a través de las aperturas de los cinco sentidos (Rigotti, Filosofía en la cocina. Pequeña crítica de la razón culinaria, 2001)

¿DE DONDE VIENE EL MAL?

Para el cristianismo el mal es clara y unívocamente negación de la voluntad divina. Es un engaño de la voluntad humana. Pero, dicha negación se esquematiza de manera simplificada en el respeto fallido a los mandamientos y a las obras de misericordia, en el mal uso de los sentidos, en definitiva, en el cometimiento de los siete pecados capitales. Es un alejamiento consciente de nuestras virtudes o de nuestra buena conciencia (Nietzsche, 2008)

En la tradición judeocristiana, el enigma del mal radica en todo lo que comprendemos bajo un mismo término a fenómenos tan diversos como el pecado, el sufrimiento y la muerte (mal cometido y sufrido). El mal moral, o pecado en el lenguaje religioso, comprende todo aquello por lo cual la acción humana es objeto de imputación, acusación y reprobación (La imputación consiste en asignar a un sujeto responsable, una acción susceptible de apreciación moral. La acusación caracteriza a la acción misma como violatoria del código de ética dominante dentro de una comunidad determinada. La reprobación designa el juicio de condena en virtud del cual el autor de la acción es declarado culpable y merece recibir un castigo). El sufrimiento es la antítesis del placer, es un no placer, es disminución de nuestra integridad física, psíquica o espiritual. Entonces, el mal deberá pensarse en la perspectiva filosófica y teológica, ¿como la raíz común del pecado y el sufrimiento? Para Ricoeur, existe un extraordinario entretejido entre ambos fenómenos: la punición es un sufrimiento físico y moral que se sobreañade al mal moral. Una de las principales causas de sufrimiento es la violencia ejercida por el hombre sobre el hombre. Obrar mal es siempre dañar a otro directa o indirectamente y, por consiguiente, es hacerlo sufrir. En su estructura relacional (dialógica), el mal cometido por uno halla su réplica en el mal padecido por otro (Ricoeur, El Mal. Un desafío a la filosofía y a la teología, 2007).

En el escándalo del mal, Ricœur concluye que: “Le mal, c’est ce qui est et ne devrait pas être, mais dont nous ne pouvons pas dire pourquoi cela est” (Abel & Porée, 2009)

VIRTUDES, PECADOS Y DEMONIOS

En la doctrina cristiana se citan desde el siglo XIII los pecados capitales con número y orden: se inicia con la soberbia, asumiendo que este sería el primero y más importante tanto cronológica como conceptualmente, para luego citar a la avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Las letras de inicio de estos siete pecados dispuestos en este “sagrado orden” forma un término a manera de recurso mnemotécnico o vox memoralis: SALIGEP. Sin embargo de esto, para muchos pensadores la prioridad en cuanto a vicios y pecados correspondió a la gula, y no a la soberbia.

¿En los orígenes de la humanidad qué clase de pecado cometieron Adán y Eva?: Soberbia. Para Casiano (siglos IV – V) el pecado original fue el de la gula. Gregorio Magno (siglo VI) convirtió a la soberbia en el centro de la vida moral o primer pecado del hombre, paralelo al primer pecado del demonio. Éste arrinconó definitivamente a la vanagloria y a la gula y se convirtió en un súper pecado y en la causa de los demás pecados. En el siglo XIII Tomás de Aquino le asigna nuevamente el primer lugar en el tiempo e importancia a la gula (también entendido como pecado de la boca, exceso de palabra o pecado de la lengua) (Savater, 2013).

Tomás de Aquino (1259-1268) define a los pecados como “aquellos vicios a los que la naturaleza humana está principalmente inclinada”. Los pecados capitales hacen generalmente cabeza (capita) de otros más graves que deben ser contenidos y superados por el cultivo de virtudes que actual como contrapeso para regular la apropiada convivencia de la familia humana. En 1589, Binsfeld correlacionó estos tres elementos:



Estos pecados, junto a sus demonios son la expresión del deseo y la acción por satisfacer aquellas necesidades o placeres que, sin restricción alguna, impiden una adecuada convivencia social. San Pablo reconoce tres tipos de pecados que subsume a los siete capitales, incluida la cohorte y el bestiario de Satanás: 1) La libido sentiendi, 2) La libido cognoscienti y 3) La libido dominantis (Macías Islas, 2015).

Pecar a través de los sentidos es muy común. Tal es el caso de la triada hedónica (gula, lujuria y pereza). Al parecer, nuestro cerebro está diseñado para pecar en pos de un mandato filogenéticamente muy antiguo y más poderoso que cualquier religión o norma jurídico – social: la sobrevivencia de la especie (Macías Islas, 2015).

Los debates sobre la naturaleza moral del hombre seguirán ocupado el centro de las discusiones entre teólogos, filósofos, y laicos. Esto no es sorprendente en vista del papel central que juega la moralidad en la constitución de la naturaleza humana y la buena observancia de las normas en cada cultura. Sorprendentemente, esta inclinación puede ir mucho más allá de la esfera interpersonal, ya que los humanos a menudo se involucran en complicados comportamientos para apoyar causas, creencias e ideologías abstractas. Esta "sensibilidad moral" surge de un sofisticado mecanismo de Integración cognitiva, emocional y motivacional, que se internalizan a través de un activo proceso de aprendizaje cultural durante períodos sensibles de desarrollo individual. La sensibilidad moral se basa en una serie de motivaciones complejas que permiten la cohesión o la fractura social (Moll, De Oliveira-Souza, & Zahn, The neural basis of moral cognition. Sentiments, concepts, and values, 2008).

Definir moralidad para construir propuestas morales no es una tarea sencilla, y cualquier definición adolecerá siempre de deficiencias. Operacionalmente se acepta la definición de moralidad como el conjunto de costumbres y valores que son adoptados por un grupo cultural para guiar su conducta social (Moll, Zahn, et al. 2005). Esta definición tiene varias ventajas para un enfoque neurocientífico en cognición moral: 1) admite la existencia de una variabilidad cultural de valores y normas; 2) es compatible con el papel de múltiples dominios psicológicos en cognición moral; 3) enfatiza el hecho de que la moralidad, biológicamente hablando, está fundamentalmente vinculada a la evaluación y, por lo tanto, se basa en motivaciones, que es lo más importante.

Esta definición del alcance de la neurociencia moral, sin embargo, plantea una pregunta central: qué distingue la cognición moral de otras formas de relevancia social ¿habilidades? La mayoría de los casos de comportamiento social (es decir, comportamientos que involucran interacciones con otras personas) son moralmente relevantes porque tienen efectos sobre los demás y, por lo tanto, pueden ser evaluados como "correctos" o "incorrecto."

Por tanto, el comportamiento moral y social debería ser idéntico desde la perspectiva de las motivaciones específicas. Bajo un enfoque motivacional sobre el comportamiento moral, se configurarían las siguientes cuatro categorías generales:

  1. Acciones egoístas que no afectan a los demás

  2. Acciones egoístas que afectan negativamente a los demás ("egoísmo")

  3. Acciones que benefician a los demás, con alta probabilidad de reciprocidad ("altruismo recíproco")

  4. Acciones que benefician a los demás, sin beneficios personales directos (materiales o de reputación ganancias) y ninguna reciprocidad esperada ("altruismo genuino”). Esto incluye ayuda altruista también como castigo costoso de los infractores de normas ("castigo altruista"). (Moll, De Oliveira-Souza, & Zahn, The neural basis of moral cognition. Sentiments, concepts, and values, 2008).

En definitiva, lo que se pretende valorar es la experiencia moral o calificación de una acción humana como buena o como mala, como debida o indebida (dicotomías) que la realizamos cotidianamente. Las nociones de deber y de bondad son las categorías básicas de la experiencia moral. Lo que se hace al juzgar moralmente es dividir las acciones humanas en dos grupos antagónicos y contrapuestos. En todo conglomerado social existen calificaciones de acciones más o menos compartidas por sus miembros, para orientar la experiencia moral en la toma de decisiones. Por eso nos interrogamos a la luz de las teorías éticas lo siguiente:

  • ¿Cómo decidimos qué está bien o qué está mal?

  • ¿Por qué la gente a menudo no está de acuerdo sobre cuestiones morales?

  • Cuando estamos de acuerdo, ¿de dónde viene ese acuerdo?

  • ¿Puede una mejor comprensión de la moral ayudarnos a resolver los problemas que nos dividen?

  • ¿Qué tipo de cosa es ese deber que aparece en la experiencia moral?

  • ¿Qué son esas normas morales?

  • ¿Por qué deben cumplirse los deberes (si éstos constituyen el lenguaje de la ética y provienen de los valores)?

  • ¿Cómo determinar lo que es bueno y lo que es malo?

  • ¿Cómo funcionan juntos miles de millones de neuronas, conectadas a través de billones de conexiones, para producir cognición y comportamiento?

  • ¿Cómo surge la función diversa de una arquitectura neuronal aparentemente estática?

  • ¿Podremos vencer la corrupción mediante la educación en valores?


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