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El cáncer y la mente

Hace unos dos milenios, los médicos griegos Hipócrates y Galeno sugirieron que la melancolía (depresión provocada por un exceso de "bilis negra" en el cuerpo) contribuía al cáncer. Desde entonces, decenas de científicos han investigado la asociación entre el cáncer y la mente, y algunos han llegado a sugerir que algunas personas tienen una personalidad propensa al cáncer o "tipo C".

 

El cáncer y la mente

La mayoría de los investigadores ahora rechazan la idea de una personalidad propensa al cáncer. Pero aún no han establecido qué influencia pueden tener el estrés y otros factores psicológicos en la aparición y progresión del cáncer. Más de un centenar de estudios epidemiológicos, algunos con decenas de miles de personas, han relacionado la depresión, el bajo nivel socioeconómico y otras fuentes de estrés psicológico con un aumento en el riesgo de cáncer y con un peor pronóstico para las personas que ya tienen la enfermedad. Sin embargo, esta literatura está llena de contradicciones, especialmente en el primer caso.

 

En las últimas décadas, los científicos han abordado el problema desde otro ángulo: experimentos en células y animales.

 

Julienne Bower, psicóloga de la salud de la UCLA y coautora de un artículo (2023), publicado en Annual Review of Clinical Psychology sobre la conexión entre el cerebro y el sistema inmunológico en enfermedades, incluido el cáncer, estos han revelado mecanismos importantes por los cuales el estrés puede alterar los tumores. Dichos estudios muestran que los factores psicológicos pueden influir en aspectos de la biología tumoral real. Por otro lado, los estudios en personas y animales sugieren que el bloqueo de las señales químicas del estrés puede mejorar los resultados del cáncer.

 

En la actualidad un número creciente de investigadores piensa que los factores psicológicos pueden influir en la progresión del cáncer una vez que alguien tiene la enfermedad. Elizabeth Repasky, inmunóloga oncológica del Centro Oncológico Integral Roswell Park en Buffalo, Nueva York señala que nadie apreciara la magnitud en la que incluso el estrés leve, si es crónico, puede tener una influencia tan negativa en el crecimiento del cáncer.

 

El nuevo interés en la relación entre el estrés y el crecimiento del cáncer surgió en parte de la investigación sobre cómo el estrés afecta la respuesta del cuerpo al virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). En la década de 1990 y principios de la década de 2000, el investigador de genómica Steve Cole y su equipo de la UCLA investigaron por qué las personas infectadas con el VIH que estaban bajo mucho estrés tendían a tener peores resultados, incluidas cargas virales más grandes y respuestas más pobres a los medicamentos antirretrovirales.

 

El equipo de Cole descubrió varias vías a través de las cuales el estrés podría empeorar las infecciones por VIH. En los monos, encontraron que los ganglios linfáticos de los animales estresados tenían muchas más conexiones con las fibras de las células nerviosas simpáticas, que ejecutan la respuesta de lucha o huida del cuerpo, que los ganglios de los monos no estresados. Los ganglios linfáticos contienen células inmunitarias y las fibras nerviosas redujeron la función antiviral de estas células, lo que, a su vez, condujo a un aumento en la replicación de una versión del VIH que infecta a monos y simios.

 

Los ganglios linfáticos, además de albergar células inmunitarias, también actúan como el sistema de drenaje del cuerpo, eliminando las toxinas a través de una red de tejidos, órganos y ganglios llamada sistema linfático. Es importante destacar que las células cancerosas pueden secuestrar este sistema, usándolo para viajar a través del cuerpo.

 

Erica Sloan, una becaria postdoctoral de Cole que participó en el trabajo sobre el VIH, se preguntó si el estrés, a través del sistema nervioso simpático, también podría afectar a los ganglios linfáticos de las personas con cáncer. Sloan, ahora investigador del cáncer en la Universidad de Monash en Australia, descubrió en ratones que el estrés crónico aumenta el número de conexiones entre el sistema linfático y los tumores de mama, lo que hace que las células cancerosas sean más propensas a propagarse. Sorprendentemente, el tratamiento con un fármaco, un betabloqueante que reduce la actividad de moléculas clave del sistema nervioso simpático, como la norepinefrina, evitó estos efectos.

 

La investigación de otros grupos ha demostrado que el estrés puede provocar cambios moleculares, particularmente dentro del sistema inmunitario, que influyen en la forma en que progresa el cáncer. Algunos de estos trabajos sugieren que, cuando el estrés conduce a la inflamación, una reacción inmunitaria amplia que suele provocar lesiones e infecciones, puede estimular el crecimiento de tumores.

 

El estrés también puede afectar la actividad de las células inmunitarias que desempeñan un papel activo en la lucha contra el cáncer. A principios de la década de 2000, una investigación realizada por la científica conductual de la Universidad de Iowa Susan Lutgendorf y sus colegas descubrió que, en pacientes con cáncer de ovario, la depresión y la ansiedad se asociaban con un deterioro de las células inmunitarias que combaten los tumores. En otro estudio de personas con cáncer de ovario, los investigadores encontraron que un apoyo social deficiente se vinculaba con niveles más altos de un factor de crecimiento que estimula el crecimiento de los vasos sanguíneos alrededor de los tumores. Este crecimiento, llamado angiogénesis, permite que nuevos vasos sanguíneos suministren nutrientes a los tumores y, al igual que el sistema linfático, proporcionan vías a través de las cuales las células cancerosas pueden propagarse a otras partes del cuerpo.

 

Lutgendorf y sus colegas han descubierto que las situaciones estresantes tienen un efecto similar en ratones con cáncer de ovario, lo que aumenta la angiogénesis tumoral y la propagación del cáncer. Igualmente, han descubierto que estos efectos se pueden revertir con betabloqueantes. Otros grupos han encontrado efectos similares del bloqueo de las señales de estrés en otros tipos de cáncer en roedores, incluidos el cáncer de sangre y próstata. Además, los investigadores han descubierto que el aumento de los niveles de hormonas del estrés, como la norepinefrina y el cortisol, en ratones puede hacer que las células cancerosas previamente inactivas sean más propensas a dividirse y formar nuevos tumores.

 

Jennifer Knight, psiquiatra oncológica del Colegio Médico de Wisconsin, señala que estudios como estos están revelando que el estrés puede desencadenar una cascada de cambios bioquímicos y alterar el entorno de una célula cancerosa de una manera que puede promover su propagación. La señalización del estrés y la biología del estrés realmente tienen un impacto en la mayoría, si no en todos, estos procesos.

 

Bloqueo de señales de estrés

 

Si el estrés puede empeorar el cáncer, ¿cómo se puede detener el proceso? Poco a poco van surgiendo nuevos tratamientos.

 

Durante aproximadamente medio siglo, los médicos han utilizado betabloqueantes para tratar la hipertensión. Al examinar los datos de los registros de pacientes, los investigadores encontraron que las personas con cáncer que ya habían estado tomando ciertos tipos de betabloqueantes en el momento del diagnóstico a menudo tenían mejores resultados, incluidos tiempos de supervivencia más largos, que aquellos que no tomaban los medicamentos.

 

En los últimos años, varios ensayos clínicos, la mayoría de los cuales son pequeños y están en etapa inicial, han evaluado directamente si los betabloqueantes podrían beneficiar a las personas con cáncer. En un par de estudios, un equipo de investigación dirigido por el neurocientífico Shamgar Ben-Eliyahu de la Universidad de Tel Aviv, administró el betabloqueante propranolol junto con un medicamento antiinflamatorio a personas con cáncer colorrectal o de mama cinco días antes de la cirugía. El equipo eligió este momento porque investigaciones anteriores habían demostrado que, si bien la cirugía es una oportunidad para extirpar el tumor, paradójicamente también puede proporcionar la oportunidad para que el cáncer se propague. Por lo tanto, bloquear cualquier efecto potencial del estrés en la propagación del cáncer, podría ser crucial para el pronóstico a largo plazo de un paciente.

 

Estos ensayos, en los que participaron docenas de pacientes, revelaron que las células tumorales de los que recibieron los medicamentos mostraron menos signos moleculares de poder propagarse, menos inflamación y un aumento en algunas células inmunitarias que combaten los tumores. Para los pacientes con cáncer colorrectal, también hubo indicios de que la intervención podría reducir la recurrencia del cáncer: tres años después del procedimiento, el cáncer reapareció en dos de los 16 pacientes que recibieron los medicamentos, en comparación con seis de los 18 pacientes que no recibieron esos medicamentos.

 

Otros estudios han evaluado el efecto del uso de betabloqueantes solos, sin fármacos antiinflamatorios. En 2020, Sloan y sus colegas publicaron un estudio que incluyó a 60 pacientes con cáncer de mama, la mitad de las cuales fueron asignadas al azar para recibir propranolol una semana antes de la cirugía, mientras que la otra mitad recibió un placebo. También encontraron que las células tumorales de los pacientes que recibieron betabloqueantes tenían menos biomarcadores de metástasis.

 

Los betabloqueantes que reducen el estrés también pueden beneficiar a otros tratamientos contra el cáncer. En un estudio de 2020, Knight y su equipo observaron el efecto de los betabloqueantes en 25 pacientes con mieloma múltiple que recibían trasplantes de células madre sanguíneas. Los pacientes que tomaron betabloqueantes tuvieron menos infecciones y una recuperación más rápida de las células sanguíneas, aunque el estudio fue demasiado pequeño para evaluar adecuadamente los resultados clínicos. Y en un pequeño estudio de nueve personas con cáncer de piel metastásico, Repasky y sus colaboradores encontraron indicios de que los betabloqueantes podrían aumentar la efectividad de los tratamientos de inmunoterapia contra el cáncer.

 

Si bien los estudios sobre los betabloqueantes son prometedores, no está claro que estos medicamentos mejoren los resultados en todos los tipos de cáncer, como el cáncer de pulmón y ciertos subtipos de cáncer de mama. Algunos pacientes pueden reaccionar mal al tomar los medicamentos, en particular aquellos con asma o afecciones cardíacas como la bradicardia, en la que el corazón late inusualmente lento. Lo que es más importante, los medicamentos solo bloquean el punto final del estrés, no su causa. Por lo tanto, es probable que deban combinarse con atención plena, asesoramiento y otras estrategias para reducir el estrés que se acerquen a la raíz del problema. Este tipo de intervenciones también están en proceso.

 

Bower y su equipo han realizado ensayos clínicos de intervenciones mente-cuerpo, como el yoga y la meditación de atención plena, con sobrevivientes de cáncer de mama, para mejorar la salud y promover una remisión duradera. Han descubierto que estas terapias pueden disminuir la actividad inflamatoria en las células inmunitarias circulantes, y especulan que esto puede ayudar a reducir la recurrencia del tumor.

 

En última instancia, se necesitan ensayos clínicos más grandes para establecer firmemente los beneficios de los betabloqueantes y otras intervenciones para reducir el estrés en los resultados de supervivencia del cáncer, y determinar cuánto tiempo podrían durar dichos efectos. El momento del tratamiento y el tipo de cáncer que se está tratando podrían tener que ver con la eficacia de esas terapias, señalan los investigadores. por ahora, si el estrés puede aumentar el riesgo de una persona de desarrollar cáncer en primer lugar, como una vez postularon los antiguos griegos, sigue siendo un misterio. Los estudios poblacionales que relacionan el estrés con el riesgo de cáncer a menudo se complican por otros factores, como el tabaquismo, la mala nutrición y el acceso limitado a la atención médica.

 

Pero para las personas que ya tienen un diagnóstico de cáncer, muchos investigadores argumentan que la evidencia es lo suficientemente sólida como para incluir el manejo del estrés en la práctica clínica. En promedio, los pacientes con cáncer no reciben terapias psicológicas que puedan reducir el estrés al nivel para el que se necesitan, dice Barbara Andersen, psicóloga clínica de la Universidad Estatal de Ohio. Aunque no serán necesarias para todos los pacientes, muchos pueden beneficiarse de las intervenciones mente-cuerpo, dice. "No digo que deban ser la primera prioridad, pero no deben ser la última".

 

Fuente. Knowable Magazine del 7 de abril de 2025

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