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Un año de manejo de la pandemia por la COVID-19 en el Ecuador, ¿dónde estamos?



Enrique Teran, MD, PhD

Docente, Universidad San Francisco de Quito. Miembro de la Academia Ecuatoriana de Medicina y de la Academia de Ciencias del Ecuador.






Ha trascurrido un poco más de un año desde que se decretó oficialmente la pandemia por la COVID-19 en el Ecuador, pero ¿qué ha pasado con el manejo de la misma? ¿Han mejorado las cosas o debe seguir siendo motivo de preocupación? Para intentar ser objetivo en este análisis, hago referencia al editorial publicado en agosto del 2020, titulado como “Diez errores que hemos cometido en el Ecuador frente a la COVID-19” (https://www.noticieromedico.com/post/diez-errores-que-hemos-cometido-en-el-ecuador-frente-a-la-covid-19).


En este sentido, la disponibilidad de pruebas diagnostica de infección por SARS-Cov2 mediante RT-PCR nunca fue suficiente durante la pandemia, primero por una equivocada decisión de intentar “centralizar” su realización en las incipientes facilidades del Ministerio de Salud Pública, luego por la negativa de construir una real y efectiva red de laboratorios a nivel universitario y tercero por la falta de control en la oferta de las mal llamadas “pruebas rápidas” de anticuerpos. Es así que, el diagnóstico estuvo principalmente vinculado a los casos que llegaban a nivel hospitalario, con tasas de positividad sumamente altas y con un represamiento de muestras sin procesar que hacen imposible poder tomar acciones a tiempo.


Las pocas universidades que intentaron apoyar en el sistema se toparon en la mayoría de los casos con una barrera burocrática de requisitos a cumplir y falta de acceso a materiales y reactivos de bajo costo; mientras que la provisión de pruebas desde el sector privado se caracterizó por alto costo y únicamente regido por la demanda del mercado. No fue sino hasta unos días atrás que el Ministerio de Salud Pública emitió por decreto un precio techo a las mismas. Por todas estas limitaciones, y con la complicidad de la ARCSA al conceder registro sanitario de forma irresponsable a infinidad de proveedores de las llamadas “pruebas rápidas” o pruebas de anticuerpos, sin ningún tipo de validación y menos control de calidad, se permitió un lucrativo negocio sin control alguno de precio, pero mucho más preocupante, dando una serie de resultados equivocados con base en los cuales la población se consideraba “sana” y la trasmisión se incrementaba.


Quizás, en parte, por esta razón hasta la fecha no se ha podido solucionar el problema de manejo de datos sobre la situación epidemiológica de la pandemia en el país. No solo faltan datos sobre el número de casos, sino sobre número de pruebas, casos confirmados, ocupación hospitalaria, número de fallecimientos, entre otros indicadores. Es por eso que, con cierta frustración no se podía entender el insistente mensaje de las autoridades respecto al “exitoso manejo” de la pandemia que se promocionaba en los medios de comunicación y que contrastaba con la dura realidad hospitalaria. De no ser por contribuciones ciudadanas, como ECUACOVID (https://github.com/andrab/ecuacovid) que compila los diferentes datos desagregados, el Ecuador seguramente no figuraría en las bases mundiales de análisis de la pandemia.

En este mismo sentido, la falta de liderazgo del Ministerio de Salud Pública en el manejo de la respuesta frente a la pandemia, dejando que el Comité de Operaciones Especiales (COE) Nacional sea dirigido por funcionarios sin conocimiento técnico en salud, ha llevado a la toma de decisiones tardías y desatinadas en la mayoría de las ocasiones. Más todavía cuando en una suerte de “lavado de manos” este organismo rápidamente se “descentralizó” dando lugar a que los llamados COE Cantonales tengan autonomía y emitan resoluciones a su discreción, como si las equivocaciones focales que llevan a incremento en los contagios “respetara” los límites cartográficos. Tampoco se entendió la importancia del control de los puertos de entrada al país, particularmente los aeropuertos, aplicando medidas tibias y parciales, amparados en tratar de no ahuyentar a los posibles turistas.


Tenemos un personal sanitario, digno de todo nuestro reconocimiento y agradecimiento por su incansable labor durante todo este tiempo, pero al mismo tiempo agotado física y psicológicamente, no solo por la falta de empatía y respaldo por parte de la autoridad sanitaria, sino porque siguen faltando provisión de equipos de protección personal, la inversión en infraestructura ha sido mínima, mientras escasean los insumos y medicamentos. Todo esto junto a la creciente demanda de atención, producto de una sociedad inconsciente sobre su papel en el control de la pandemia, se ha reflejado en un alto número de sanitarios contagiados y de muertes que hemos tenido que lamentar.


La pandemia ha dejado entrever la bajeza que puede tener la humanidad al intentar lucrar de la angustia y desesperación de los afectados y sus familias, si no además tratar de estafar, especular y por último ¡robar! Esto junto con la permisibilidad de la autoridad sanitaria que no ha tomado acción alguna para evitar la publicidad engañosa, que ha invadido los medios de comunicación y “bombardea” a la población con productos que ofrecen falsa protección o seguridad, pues ninguno termina su mensaje reforzando las medidas de bioseguridad, descontrol en las acciones sanitarias que han tomado autoridades no relacionadas con salud, venta ilegal de medicamentos e insumos por personas/empresas no autorizadas, etc. En resumen, corrupción, corrupción y más corrupción, tan diseminada como el virus mismo, a todo nivel y de una forma descarada …


A todo esto, hay que sumarle la creación por Decreto Ministerial del denominado comité expedito, que nunca cumplió con esa denominación, y que, a pesar de las múltiples expresiones de diferentes grupos de investigación, se mantiene vigente y refleja no solo la falta de apoyo, sino, mejor dicho, las barrearas establecidas por la autoridad sanitaria para el desarrollo de investigaciones relacionadas con COVID-19. En consecuencia, poca producción científica y en algunos casos incluso omitiendo dicha normativa. Que decir sobre disponibilidad de fondos o facilidades para desarrollar investigación, mínima, ¡casi nada!


Finalmente, como no hacer referencia a la vacunación. Sin duda, el desarrollo de una posible vacuna fue uno de los aspectos “más deseados” y paradójicamente, cuando gracias a una espectacular colaboración entre los gobiernos, la empresa privada y la academia, se logró en tan solo 10 meses obtener no solo una, sino varias vacunas, algunas de ellas de una tecnología no antes utilizada. Esto, paradójicamente ha resultado en una ola de críticas y temores, la mayoría infundados, pero que han generado una suerte de “rechazo” anticipado a la vacunación. Además, debido a la sobre demanda de vacunas por algunos países, los más grandes y con mejor capacidad económica, así como la limitada capacidad de producción, ha evidenciado la inequidad en el acceso a las vacunas. Ya a nivel local, la inexistencia de un verdadero “plan nacional de vacunación” por el cual se ha estado reclamando desde meses atrás, junto con el pobre abastecimiento de vacunas y la mala estrategia comunicacional de las autoridades a cargo, ha generado gran malestar en la población y particularmente en los grupos que, por definición, deberían ser los primeros favorecidos con la inmunización. Se ha cubierto recién a un 3% de la población, se ha dado lugar a listas “privilegiadas” y en muchos casos desorganización.


En todo caso, y luego de transcurrido un año, parecería que poco hemos aprendido y mucho nos falta por hacer. Sin embargo, es indispensable seguir insistiendo en la importancia de las medidas de autoprotección: uso de mascarilla, lavado de manos y distanciamiento social, entendiendo que esto último no va en contra de la llamada reactivación económica, sino que va enfocada en evitar la reactivación social. Tenemos que concientizar a la población de que todavía no es el momento de reunirse, socializar y exponerse voluntariamente a una posible infección. Por lo tanto, hoy y durante los próximos meses, el mensaje sigue siendo prácticamente el mismo: “con o sin vacuna, cuídate, cuídame, cuidémonos!”.

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