Víctor Manuel Pacheco
Redbioética-UNESCO, Red Latinoamericana y del Caribe de Bioética.
Comisión Nacional de Bioética en Salud.
Quisiera creer que el término “en tiempos de pandemia” estuviera ya desgastado, definitivamente, verdaderamente, no solo declarativamente. Que ya solo se lo utilice para definir un lapso en el que un virus o ente de naturaleza incierta denudó nuestra fragilidad, y nos atemorizó, a las personas con el riesgo de enfermedad, dolor, sufrimiento y muerte; y a la sociedad con la desintegración y la amnesia de lo que fue. Que se refiera a una época superada en la que el desconcierto reinaba, las “fake news” eran reales, en el que la información verdadera de la instantaneidad no era lenguaje oficial.
Que esos “tiempos de pandemia” solo sean títulos de crónicas pasadas en la que la estadística tuvo que crear y explicar nuevos términos: “mortalidad inusual”, “muertes extraordinarias”, “muertes adicionales” para justificar la inconsistencia entre las imágenes de necrópolis y cementerios ¡y de la televisión mundial! y las estadísticas vitales de salud. Más de 32000 fallecidos versus menos de 8000… ¿o 12000? como quieran contarse, en el Ecuador. Estadísticas en las que se habla de 136 mil casos confirmados, contra un número cada vez más incierto de probables, posibles … sospechosos todos de ser positivos cuando se tienen “represadas” o “rezagadas” –otros términos de nuevo cuño que significa muestras ya tomadas, pero no realizadas en personas que piensan que tienen la enfermedad- más de 30 mil muestras. Y las cifras solo muestran los casos positivos de las muestras procesadas: 136000 de 250000…
Quisiera saber que la evolución de la epidemia, y la esperanza de sobrevivir de los vulnerables, no se mide ya por el número de camas disponibles en hospitales y Unidades de Terapia Intensiva. Que no se utilizará más el oxímoron –o combinación en una misma estructura sintáctica de términos de sentido opuesto- de “listas de espera para Cuidado Intensivo” … listas para esperar al cuidado que puede determinar la vida o la dilación definitiva.
Quisiera convencerme que esos “tiempos de pandemia”, dejados atrás, permitieron, después de denudar y descarnar lo que pudo ser un sistema de salud y fue solo endeble montaje de asistencia sanitaria, el desarrollo de un modelo real de Sistema de Salud. Éste sí con mayúsculas. Sistema en el que se dará una distribución equitativa y honrada de recursos asignados en justicia por el Estado, que contará con la participación de la comunidad involucrada activamente en las decisiones sobre su propia salud, que contará con la cooperación regulada entre los diferentes sectores de la estructura social y económica del país, que tendrá a su disposición tecnología adecuada y asequible, que hará énfasis en la asistencia primaria y la prevención sin excluir los cuidados curativos y de emergencia, y tendrá como uno de sus ejes la educación para la salud general y reproductiva.
Quisiera tener la convicción, o por lo menos la esperanza, que los “tiempos de pandemia” enseñaron a los medios que debe primar la transparencia, la mesura y la valoración de riesgo y beneficio en su gestión; y la certeza, contextualización, y contrastación en la comunicación de lo que sucede o podría estar por suceder. Lejos del amarillismo de Hearst o el estado de ilustración de Goebbels que alarmen sobre teorías catastrofistas o conspiranoicas o que magnifiquen pequeños éxitos o probables triunfos parciales en el control de la enfermedad.
Desearía poder decir que en aquellos “tiempos de pandemia” los habitantes del país nos educamos como ciudadanos. Que asumimos la solidaridad como una obligación social y no como una actitud personal meritoria o caritativa. Que en nosotros prima la obediencia a normas que aseguran la convivencia con los otros y de los otros, a más de solo “nosotritos”. Que entendemos así, por ejemplo, que la mascarilla no es un bozal, un cintillo para el pelo o un esbozo de bufanda… en fin.
Quiero creer también que la cruda realidad de los “tiempos de pandemia” logró en todos nosotros, que somos actores políticos con diverso grado de influencia, la reflexión sobre la necesidad de esforzarnos en vencer la verdad socioeconómica que define la determinación social de la enfermedad: pobreza, inequidad, hacinamiento, ignorancia, racismo, injusticia, desnutrición, insolidaridad y repulsa, marginación, estigmatización, debilidad democrática… acentuadas todas durante el estado de emergencia sanitaria. Que también logró que olvidemos teorías de darwinismo social por las que sobrevivirían los más aptos, económicamente, para hacerlo.
Pero miro mi entorno hoy, 1 de octubre de 2020, y veo que aquella frase de “tiempos de pandemia” sigue vigente. Está aquí y allí. Que no por repetida se ha desgastado. Que no ha inducido todavía la construcción del Sistema de Salud que requerimos. Que no ha logrado la introspección y reflexión social que se requiere. Y que no puede, hasta la fecha, ser el título de crónicas pasadas o de recreaciones literarias como “La peste” de Camus, “El año de la peste” de Brooks o “El amor en los tiempos del cólera” del Gabo. Pero tiempo habrá para que lo haga, y espero que sobrevivamos al ente para verlo.
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