top of page

La investigación clínica en Ecuador: entre la aspiración científica y las barreras estructurales


Enrique Terán


Enrique Terán, MD, PhD

Profesor principal en la Universidad San Francisco de Quito, Miembro de número de la Academia Ecuatoriana de Medicina y presidente de la Academia de Ciencias del Ecuador

 



La investigación clínica representa uno de los pilares fundamentales para mejorar la atención sanitaria, generar conocimiento local y fortalecer la toma de decisiones en salud pública. Sin embargo, en países como Ecuador, construir una carrera en este campo implica navegar entre motivaciones profundas y desafíos estructurales que, aunque persistentes, no son insuperables. A partir de la experiencia académica y profesional acumulada durante décadas en la docencia, el diseño de estudios y la formación de nuevos investigadores, surgen reflexiones necesarias sobre el estado actual y el porvenir de la investigación clínica en el país.

 

La inversión nacional en investigación y desarrollo (I+D) ha sido históricamente insuficiente: alrededor del 0,47% del PIB, muy por debajo del promedio mundial y de países latinoamericanos de referencia. Aunque la Ley Orgánica de Educación Superior exige que las universidades destinen al menos el 6% de su presupuesto a investigación, la realidad presupuestaria del sistema público y los recortes recurrentes dificultan el cumplimiento efectivo de este mandato. Esta tensión entre obligación legal y limitaciones financieras genera un ecosistema fragmentado, donde la capacidad real de producir ciencia depende más del esfuerzo individual que de la estructura institucional.

 

Los retos no son menores. A la escasa financiación se suma la burocracia, que puede ralentizar los estudios y desincentivar iniciativas. Por ejemplo, en Ecuador, los Centros de Investigación Clínica (CIC) deben estar registrados ante la Agencia Nacional de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria (ARCSA) para poder participar en ensayos clínicos, mismos que deben ser revisados y aprobados por un Comité de Ética de Investigación en Seres Humanos (CEISH) reconocido por el Ministerio de Salud Pública (17 registrados hasta febrero del 2022). Quizás debido a ello, en los últimos quince años se han aprobado apenas 36 ensayos clínicos, una cifra que resulta insignificante frente a las necesidades del país y que evidencia un ecosistema que no ha logrado consolidarse.

 

El investigador es, ante todo, un profesional que transforma preguntas clínicas en conocimiento. Su trabajo requiere capacidad analítica, solidez ética, dominio metodológico y una profunda vocación por mejorar la atención en salud. No obstante, en Ecuador convertirse en investigador clínico implica transitar por un sistema que carece de rutas claras de formación, apoyo institucional y oportunidades estables de desarrollo. Esto desalienta a los profesionales jóvenes y restringe la posibilidad de ejecutar estudios de impacto, particularmente en áreas prioritarias para el país, como la necesidad de demostrar la calidad de los medicamentos, promover su uso racional, fortalecer la farmacovigilancia y establecer modelos de fármaco-economía. Esa desvinculación entre las necesidades sanitarias y los temas investigados dificulta que la investigación clínica contribuya de manera efectiva a mejorar la calidad del sistema de salud.

 

La mayor barrera para la investigación clínica en Ecuador no siempre es técnica, sino cultural. Comprender que “lo que no se investiga, no se mejora… y lo que no se publica, no existe” es fundamental para transformar la práctica médica y la formación universitaria. Sin embargo, el país enfrenta un fenómeno preocupante: la elevada proporción de publicaciones en revistas de baja calidad o depredadoras. Este patrón no es casual, universidades con matrícula elevada, plantas docentes reducidas y presiones intensas por cumplir indicadores institucionales han recurrido a canales de publicación que no exigen revisión seria ni estándares científicos. Esto genera la ilusión de productividad, distorsiona el mérito académico y perpetúa prácticas que desvalorizan la producción científica auténtica.

 

Un sistema universitario que, durante décadas, creció más rápido que la capacidad docente y de investigación, y de un modelo de evaluación que premió la cantidad de publicaciones sin evaluar rigurosamente su calidad ni su impacto. Así, Ecuador muestra una paradoja: se publica mucho donde no importa y casi nada donde importa. Este desequilibrio explica por qué crece la producción nominal, pero no el impacto real en la salud pública ni en la calidad de la evidencia disponible para la toma de decisiones. Mientras tanto, áreas críticas como la investigación clínica siguen rezagadas porque requieren recursos, tiempo y estructura que no pueden suplirse con atajos.

 

Revertir esta situación demanda un giro estratégico. No basta con exigir más publicaciones: es imprescindible redefinir qué significa investigar en el país, priorizar áreas donde la evidencia local es crítica, fortalecer los comités de ética, modernizar los procesos regulatorios y asegurar financiamiento estable y competitivo. También es necesario profesionalizar la supervisión, generar incentivos para la calidad y no únicamente para la cantidad, y crear condiciones para que los investigadores puedan dedicar tiempo real a proyectos sostenibles.

 

La investigación clínica tiene un potencial transformador en salud, pero solo puede desplegarlo en un entorno que reconozca su importancia y le provea las herramientas necesarias. Ecuador requiere una política científica que deje de fomentar simulacros académicos y se concentre en generar evidencia que verdaderamente impacte la práctica médica, la calidad de la formación y la vida de los pacientes.

 

Es necesario consolidar políticas de Estado, fortalecer la ética en investigación, promover incentivos institucionales y facilitar la formación de nuevos investigadores. Pero mientras ese escenario llega, es igualmente esencial comenzar “donde estamos”, con proyectos pequeños, formación continua, maestros disponibles y redes científicas abiertas; es la vía más realista para avanzar. La ciencia no necesita condiciones perfectas para nacer; necesita personas dispuestas a hacer preguntas y persistir en la búsqueda de respuestas.

Comentarios


© 2019 Primera revista ecuatoriana de salud y ciencia médica

bottom of page