Dr. Mario Acosta Rodríguez
Sociedad Ecuatoriana de Endocrinología. Núcleo Pichincha
La pandemia de COVID-19 hasta el 24 de octubre del 2021 según “Our world in data” produjo en el mundo entero 4`950.000 muertes. En el Ecuador según cifras oficiales 32.952, personas han fallecido. Pero esta pandemia además de la propia alteración que produce la infección viral, ha afectado a los sistemas de salud del mundo, ha demostrado sus debilidades y ha impactado de manera igualmente devastadora a otras enfermedades que se han visto descuidadas como es el caso de la Diabetes Mellitus
Si analizamos los últimos datos publicados por el INEC, en el año 2020, se registraron 115.516 defunciones generales, un incremento del 55% con respecto al año 2019, esto representa alrededor de 41 mil muertes en exceso (+ 55.2%). En el caso de la Diabetes Mellitus reportada como la tercera causa de muerte en Ecuador, el panorama es muy preocupante, la mortalidad en exceso del año 2020 fue del 60%, es decir 2965 personas más murieron en el año 2020 en relación al año 2019 (7900 vs 4935).
¿Pero que significó la pandemia para el sector salud y para la diabetes en particular? ¡mayor deficiencia en la atención e incremento de la mortalidad!
Las malas condiciones en que la Pandemia encontró al sector salud del Ecuador, con deficiencias en infraestructura, en servicios especializados, en número de médicos, en capacidades diagnósticas, asociado a un caótico sistema de información y vigilancia epidemiológica, produjo un desbordamiento del sistema. Todos los esfuerzos se destinaron a la lucha contra la pandemia, mientras se descuidaban otros sectores. A nivel nacional las defunciones hospitalarias en el año 2020 fueron 28.397, un incremento de 8.763 respecto al año 2019, pero únicamente por COVID-19 fallecieron en nuestros hospitales 10854 personas – el 19.7% de los ingresados-. La mortalidad hospitalaria por otras causas disminuyó en un 16.4% pero en el caso de la Diabetes se incrementó en 68%.
La pandemia produjo deficiencias sustanciales en la atención de salud, entre los años 2019 y 2020, el número de hospitalizaciones generales disminuyó en un 24.1%; disminución que fue significativamente mayor en el sector público 28,83% (- 35.9% en el IESS y - 25.7% en el MSP), mientras la disminución de atención fue mucho menor en el sector privado 13,47%. En el caso de la diabetes la disminución de hospitalizaciones fue de un 27.2% pasó de 16621 a 12106 pacientes. Pese a la implementación de la telemedicina la disminución de consultas médicas sobrepasó el 25%
¿Qué produjo esta disminución en las posibilidades de atención? ¡mayor desigualdad!
Los pocos pacientes diabéticos afortunados que tuvieron recursos con acceso a tecnologías para su tratamiento, parece que no sufrieron de deficiencias en la atención, e incluso informaron mejoras en algunos casos. Pero tal tecnología no estuvo disponible para aquellos diabéticos con dificultades socio económicas: los pacientes desatendidos tuvieron impacto negativo en el cuidado de su diabetes. Aunque no tenemos datos en el país, creemos que probablemente son similares o peores que los publicados en algunos estudios internacionales: alrededor del 25% de los pacientes refirió tener problemas para recibir los medicamentos y un 20% refirió que debió pagar los medicamentos para la diabetes. Muchos pacientes - el 15,8% de las personas con diabetes tipo 1 y el 10,7% con diabetes tipo 2- informaron restringir los medicamentos para preservar su suministro. Casi 30% señaló no tener medios suficientes para satisfacer sus necesidades vitales, incluso acceso a los alimentos, el 37 % tuvo dificultad para mantenerse activo y el 16,0% manifestó que durante la pandemia disminuyó el apoyo social.
A esos datos, en el país se han reportado otros problemas como la ausencia a los controles médicos, la disminución notable del autocontrol glucémico, la falta de controles de laboratorio, de modificaciones terapéuticas y un deterioro en el control metabólico de los pacientes lo que seguramente deteriorará su pronóstico vital. De manera cruelmente anecdótica pero seguramente resultado de la suspensión de atenciones en los servicios públicos y como claro reflejo de la desigualdad, se ha observado un incremento en las ventas de medicamentos a nivel de farmacias privadas. Pero para adquirirlas, se necesita recursos y los recursos son resultado del trabajo, todos conocemos las estremecedoras cifras de desempleo del país.
Es verdad que el COVID-19 ha producido estragos terribles en la sociedad, pero esos estragos han sido mayores en los más pobres. En este noviembre 2021, en el centenario del aislamiento de la insulina, cruelmente hemos debido recordar otro centenario, el de la gripe española y ser testigos del mantenimiento y desarrollo de las múltiples brechas sociales que evidencia la pandemia. Es verdad que en 100 años el desarrollo tecnológico ha sido formidable, es verdad también que si comparamos las dos pandemias el impacto en número de vidas la actual es inconmensurablemente menor, pero que en pleno siglo 21, los casi 5 millones de muertos que la pandemia de COVID-19 ha producido, nos ha demostrado lo poco que las sociedades han cambiado y lo mucho que las diferencias sociales se mantienen.
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