Carla Luzuriaga
Psicologa Clínica
Centro Ambulatorio de Salud Mental ASLB
La Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha convertido en los últimos meses, acaso, en la institución protagonista de la ONU a nivel mundial. Ciertamente que la pandemia por COVID-19 es la razón principal, pero no la única.
Entre las principales preocupaciones de la OMS se encuentra la salud mental de la humanidad: “El duelo, el aislamiento, la pérdida de ingresos y el miedo desencadenan problemas de salud mental o agravan los existentes” expresó la institución hace apenas unos días, a propósito del Día Mundial de la Salud Mental (10 de Octubre).
Lo más grave del caso es que, en este momento de profunda crisis y necesidad general de acceso a los servicios de salud mental, “la pandemia de COVID-19 ha interrumpido o detenido los más importantes servicios de salud mental en el 93% de los países de todo el mundo”. El dato es producto de una encuesta realizada por la OMS a 130 naciones, tras la cual conminó a que los países incrementen su presupuesto en salud mental.
¿Cuál es la situación en Ecuador?
El Ministerio de Salud ecuatoriano preparó un breve balance de situación, justamente a propósito del Día Mundial de la Salud Mental, que pone de manifiesto el esfuerzo realizado para contener los efectos de la pandemia en la salud mental de la población, e incluso para reivindicar el acceso a la salud mental como un derecho constitucional cuyo cumplimiento debe ser garantizado.
Así, el Ministerio propuso para este año la campaña ‘La salud mental es un derecho. ¡Di lo que piensas!’ e hizo público que “garantiza la atención por medio de la red de salud mental comunitaria, que incluye 591 servicios ambulatorios, 69 servicios intensivos, 105 unidades de salud mental hospitalaria, 128 unidades de intervención en crisis, 12 centros especializados para el tratamiento de alcohol y otras drogas (CETAD), un centro ambulatorio y un hospital especializado en salud mental”.
El organismo indicó además, que “durante la pandemia sanitaria por la COVID-19, el MSP atendió a 231 mil personas con problemas de salud mental, a través de la teleasistencia, atención presencial y regular que se han brindado durante este año”. Lo hizo gracias a la activación del programa gratuito “Juntos Salimos de Esta”, en colaboración con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), universidades y organizaciones de la sociedad civil, a través de redes sociales y la página www.coronavirusecuador.com, en cuyo home se destacan tres secciones internas: “conoce tu salud mental”, “cuida tu salud mental” y “ayuda psicológica y emocional”.
No es todo. Se implementó la Línea 171 para primeros auxilios psicológicos a través de los subsistemas de la Red Pública Integral de Salud y Red Privada Complementaria, procurando también la atención a 46.551 profesionales de la salud que trabajan en la primera línea de batalla contra el virus.
Así dicho, suena a que Ecuador es una de las muy raras excepciones respecto del diagnóstico situacional transmitido por la OMS, y no es el caso. Más allá del complejo andamiaje puesto por el gobierno al servicio de la población, no es posible desconocer que la pandemia nos sorprendió -tanto o más que al resto de países- con la guardia baja.
De primera mano -en tanto que fui parte del equipo profesional dispuesto para la Línea 171- puedo decir que la inexperiencia fue una constante prueba de fuego para el servicio, pues buena parte de los y las profesionales que voluntariamente nos dispusimos a colaborar, no teníamos experiencia en teleasistencia, por ejemplo. Los recursos tecnológicos (excepto el chip telefónico, necesariamente facilitado por el Ministerio, debido a las necesidades de registro) y los servicios necesarios para las atenciones, como Internet, son costeados por los y las profesionales.
Incluso hubo situaciones de dudosa legitimidad, como reclutar personal pre-profesional (estudiantes) para atención telefónica de la Línea 171, lo que es decir primeros auxilios psicológicos y atención en crisis. Es una práctica inadecuada, incluso éticamente cuestionable (en términos profesionales) para ambas partes, pues supone poner en riesgo la integridad y salud mental del paciente y del personal pre-profesional.
Hasta aquí las observaciones, porque no es mi intención en este artículo estigmatizar un Sistema que seguramente contó con toda la buena voluntad y los buenos oficios de quienes dispusieron allí su esfuerzo y que a la postre sabrán aprender de sus errores; y sobre todo porque me parece que es más útil pensar, con inmediatez, el futuro próximo.
Toda vez que Europa está padeciendo en este momento la segunda “ola de contagios”, a todas luces más grave y apremiante que la anterior, mientras que en Ecuador “surfeamos” aún, como podemos, la primera, a la vista queda el hecho de que aún falta un largo camino por recorrer y que no hemos transitado el tramo más difícil. Si acaso es preocupante la situación actual, pensemos hoy en la devastación que quedará tras el tsunami de (al menos) dos olas devastadoras.
Para cuando veamos luz al final del túnel, el virus y sus implicaciones habrán fisurado a las sociedades todas y también a la gran mayoría de personas en el planeta. No nos detendremos aquí a tratar de vislumbrar los detalles de semejante estrago, porque pienso que justamente esa es la labor que urge, para llegar más preparados a lo que ya está en camino, y corresponde -en lo que respecta a salud mental- a todos los agentes de las instituciones involucradas y actores alusivos, asumir este reto.
Se trata -pienso yo- de hacerse preguntas pertinentes para nuestra realidad y nuestro futuro en materia de salud mental. A saber:
¿Es posible realmente hacer frente a lo que viene con “848 psicólogos y 76 psiquiatras a escala nacional”, que sería el personal con que hoy cuenta el Sistema montado?
¿En qué estado de salud mental están los profesionales de salud mental?
Las crisis en salud mental será una “situación pandémica”, agravada por la desatención del Estado a problemas de salud que tradicionalmente se asumieron como personales (aunque no se desconozca su componente social) y hoy es un tema claramente de salud pública: ¿Es momento de apresurar la Ley de Salud Mental?
Es particularmente sintomático que, tras varios meses de confinamiento a raíz de la pandemia, el “síndrome de la cabaña” que aqueja a muchos y muchas ya no es sólo miedo al virus, también (y entre otras cosas) desánimo de volver a la “normalidad” pre pandemia; pero tampoco hay una “nueva normalidad” de la que sujetarse ¿Cómo paliar la angustia y ansiedad que genera?
Las preguntas interpelan y las respuestas urgen.
Referencias
https://www.who.int/es/campaigns/world-mental-health-day/world-mental-health-day-2020
https://www.voanoticias.com/salud/oms-alerta-interrupcion-servicios-salud-mental-covid19?fbclid=IwAR1xBLyK-oqs12VNep_SL2vAtMrmlWXJmvX1E-1Lb2ySX8_R3lJKG_lf2G8
https://www.coronavirusecuador.com/salud-mental/
https://www.salud.gob.ec/la-salud-mental-es-un-derecho-di-lo-que-piensas/
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