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La salud mental en la atención primaria de Latinoamérica

Actualizado: 30 jun

La sexagésima sexta Asamblea Mundial de la Salud, integrada por ministros de salud de 194 Estados Miembros, adoptó el Plan de Acción Integral de Salud Mental 2013-2020 de la OMS en mayo de 2013. En 2019, la septuagésima segunda Asamblea Mundial de la Salud prorrogó el plan de acción hasta 2030. Luego, en 2021, la septuagésima cuarta Asamblea Mundial de la Salud aprobó las actualizaciones del plan de acción, incluidas las actualizaciones de las opciones de implementación y los indicadores del plan.

 

La salud mental en la atención primaria

Este Plan de Acción Integral de Salud Mental 2013-2030 actualizado se basa en el anterior y establece medidas claras para que los Estados Miembros, la Secretaría de la OMS y los asociados internacionales, regionales y nacionales promuevan la salud mental y el bienestar para todos, prevengan las afecciones de salud mental de las personas en situación de riesgo y logren la cobertura universal de los servicios de salud mental. 

 

En Latinoamérica, la puesta en marcha de programas de salud mental en el ámbito de la atención primaria ha sido hasta el momento insuficiente y heterogénea, según los resultados de una investigación publicada en The Lancet Regional Health – Americas.[1]

 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha propuesto la implementación de esta estrategia a nivel global, en especial para regiones que experimentan brechas en el tratamiento de padecimientos mentales, pero lo observado en Latinoamérica halló reflejo en una investigación que informa una escasa participación comunitaria y que encontró falta de infraestructura como una limitante importante. 

 

El asunto resulta preocupante, sobre todo en una región caracterizada por el bajo acceso que tienen los pacientes a la salud mental pública y la elevada morbimortalidad e impacto en la calidad de vida que aquí acarrean algunas enfermedades mentales incapacitantes y comunes, como la depresión, la ansiedad o el trastorno por estrés postraumático.

 

La Dra. Paniagua Ávila, médica guatemalteca, doctora en salud pública y actual fellow de posdoctorado en el programa de epidemiología psiquiátrica de la Columbia University en Nueva York, primera autora de un artículo sobre salud mental, basado en sus experiencias clínicas y de investigación en áreas rurales de Guatemala y de otros países de recursos bajos y medianos, señala que las necesidades de personas con condiciones de salud mental son usualmente ignoradas, el camino que ha recorrido guardó relación estrecha con el siguiente interrogante: ¿Cómo podemos asegurar que las personas que requieren servicios de salud mental puedan recibirlos, aún en países con falta de estos profesionales?

 

La investigación fue otro intento de sumar respuestas y sobresalió por brindar un primer acercamiento a la evidencia científica vinculada con el papel de los servicios de salud mental en la atención primaria de la región. Se llevó a cabo mediante una revisión sistemática exploratoria que indagó toda la literatura disponible para este tema durante el periodo 2000-2023. Aquí el foco estuvo puesto en estrategias para el manejo en Latinoamérica de tres padecimientos mentales comunes: depresiónansiedad y trastorno por estrés postraumático.


La búsqueda arrojó en primera instancia 2.877 registros distribuidos en 6 bases de datos, pero debido a criterios de exclusión, solo 33 publicaciones de 18 programas y 6 países (Colombia, Chile, México, Brasil, Belice y Perú), fueron consideradas durante el análisis.

 

Entre los hallazgos del estudio destacó la distribución poco homogénea y a baja escala que han tenido estos programas en Latinoamérica. Además, no ayudó la gran variabilidad que registró la implementación de estas iniciativas, que priorizaron las estrategias para integrar al personal médico, pero que no contemplaron a la comunidad.

 

La atención basada en equipos multidisciplinarios resultó ser algo común, pero estuvo destinada en su mayoría al manejo de la depresión. Por último, la falta de infraestructura y la ausencia de cambios estructurales constituyen barreras que persisten para las y los pacientes.

 

Estos resultados muestran que seis países en la región han desarrollado y publicado programas integrados de salud mental, pero en su mayoría están implementados para depresión y a escalas pequeñas, controlados por investigadores. El estudio dejó en claro que en la región "es necesario realizar un mayor número de acciones para favorecer el cuidado de la salud mental en la atención primaria".

 

El Dr. Juan Manuel Quijada Gaytán, médico psiquiatra, excomisionado nacional de salud mental y adicciones de México y fundador de la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones (CONASAMA), que no participó de la investigación, señaló que el artículo abordó un tema sumamente relevante para Latinoamérica. Evidenció la falta de implementación sistemática de programas integrados de salud mental en la atención primaria y comunitaria, y esto es algo que resulta crucial en una región con una brecha de tratamiento de 74,7 % para enfermedades mentales comunes como la depresión y la ansiedad.

 

La investigación reflejó, además, como en Latinoamérica se asiste a una transición desde modelos de atención institucionalizados y basados en hospitales psiquiátricos hacia programas integrados en la atención primaria, aunque, según la Dra. Paniagua Ávila, todavía la región depende en gran medida de los primeros para atender la salud mental de la población. Por otro lado, los programas integrados aún no están debidamente incluidos en estrategias nacionales.

 

Latinoamérica es la que menos invierte en salud mental pública, si se la compara con otras regiones de igual o menor ingreso. La mayoría de los países aquí invierten 2 %-3 % de su presupuesto de salud pública en salud mental, pero en gran medida ese desembolso va a los hospitales psiquiátricos. En general, existe una gran deuda con la salud mental de la población.

 

Atender la salud mental es un problema de salud pública y es importante conceptualizarlo como tal para desarrollar las estrategias necesarias. También es necesario conceptualizar la salud mental como algo que debe integrarse a la vida diaria de las personas ─a través de sus lugares de estudio, trabajo o en la atención primaria─ y no como un problema que se atiende en hospitales psiquiátricos, tipo manicomios. Para lograrlo, en la región es necesario invertir financieramente en salud mental y aumentar los presupuestos que tiene.


Con este cambio de paradigma, los sistemas de salud, según el Dr. Quijada Gaytán, lograrían reducir la elevada carga y los gastos que experimentan en la actualidad hospitales psiquiátricos y sistemas de emergencias en la región.

 

En tanto que, para la población, los principales beneficios pasarían por la detección de padecimientos mentales en etapas más tempranas, la posibilidad de un enfoque de atención más integral, un menor impacto en la calidad de vida y la reducción de años de vida perdidos por discapacidad.

 

Entre los programas analizados en el artículo lo que predominó fue una combinación de intervenciones centrales. La mayoría de las iniciativas brindaron psicoterapia individual y algunas incluso complementaron con la prescripción de fármacos o la puesta en marcha de metodologías grupales. Además, casi todas las acciones recurrieron a modelos de atención colaborativa.

 

La Dra. Paniagua Ávila espera que los hallazgos de su investigación logren ser útiles para profesionales de la salud pública que buscan diseñar, o evaluar, servicios integrados de salud mental en distintos países de la región. Entre los objetivos que deben perseguir estas nuevas iniciativas mencionó el mayor alcance de la población con padecimientos mentales, la capacitación de proveedores de atención primaria y la reducción del estigma que sufren los pacientes.

 

Además, refirió que existe una oportunidad desaprovechada para detectar y tratar de manera temprana las condiciones de salud mental dentro de la atención primaria y pidió que las médicas y los médicos de dicho ámbito no entiendan la salud mental como algo separado, que solamente puede ser atendida por psiquiatras.

 

La salud mental no es un tema secundario: afecta directamente la salud física, la adherencia a distintos tratamientos y la calidad de vida de las y los pacientes y sus familias. Integrarla en la atención primaria no solo es posible, sino algo necesario.

 

La Dra. Paniagua Ávila recordó finalmente que en la población "no hay salud sin salud mental".

1 comentario


Anry Swan
Anry Swan
29 oct

This article really hits a nerve — mental health in primary care across Latin America is such an overlooked issue, and I totally get how complex it can be to integrate proper psychological support into everyday medical services. It’s something that deserves way more open discussion, not just in policy but also within communities. I was actually reading something interesting here and it somehow made me think how simple things like calm environments or even short walks can make a real difference in people’s mental wellbeing. We underestimate those small breaks that help us breathe and reset.

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