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La investigación en salud en el Ecuador: una visión actual

Actualizado: 1 oct 2021


Enrique Teran, MD, PhD

Docente e investigador - Universidad San Francisco de Quito



Investigar es sinónimo de curiosidad, algo tan obvio y natural para cualquier ser humano en su proceso de integración con el planeta, el entorno y la sociedad. De ahí que, cada uno de nosotros llevamos un investigador por dentro …, ¡y es que no hay otra forma de adquirir conocimiento o aprender cosas nuevas, que haciendo preguntas! Entonces se genera una de las discrepancias iniciales: ¿está diseñado el sistema educativo para eso? ¿Somos libres de preguntar y preguntar o más bien tenemos que ir a aprender lo que esta predefinido?

Podría intentar remembrar la genialidad de Eugenio de Santacruz y Espejo como el primer médico ecuatoriano y quizás el primer investigador en Salud, pues seguramente la mayoría de los lectores son familiares con ello y estoy seguro de que ya no aplica a la realidad actual. Es por ello que, voy a intentar reseñar algo más cercano, que recuerdo haber descubierto hace casi treinta años, mientras cursaba los primeros años en la carrera de medicina en la ilustrísima Universidad Central del Ecuador, que por cierto era la cuna primaria de galenos en el país.

Recuerdo haber tenido la suerte, gran suerte, de encontrarme en las aulas con un grupo de “jóvenes” médicos que ejercían la docencia con agrado, con pasión diría, y que, entre clase y clase de bioquímica, encontraban tiempo para contar algo que no estaba en los libros …, hablaban de sus “investigaciones”, algo que para los estudiantes podía ser “ego” o “aburrido”, pero que en cambio para otros fue simplemente “fascinante” y una invitación a intentar hacer lo mismo.

Fue entonces cuando uno se daba cuenta que existían los Rodrigo Yepez, Edmundo Estevez y Andres Calle entre otros, que habían logrado vencer las dificultades propias del medio y a través de un ingenioso mecanismo de “colaboración” con instituciones extranjeras, estaban estudiando algún aspecto de la problemática nacional, estaban saliendo a estudiar en el exterior “ciencias básicas” y que inclusive hacían “ciencia”. Poco después, tuve la suerte de conocer a Patricio Lopez-Jaramillo quien, a diferencia de los anteriores, tenía a cuestas un PhD y no una o dos, sino varias, “publicaciones” que declaraban su nombre en ellas, …. y eso fue simplemente impresionante! Era cierto pues, si uno tiene buenas ideas y trabaja duro, se podía hacer “ciencia” …, creo que eso calo hondo en varios de sus estudiantes, que súbitamente aprendimos que quizás existe otras formas de hacer medicina, no necesariamente a la cabecera del paciente.

Pasaron algunos años y hubo otro evento crucial, clases de endocrinología con el Rodrigo Fierro-Benitez, un catedrático verdadero e investigador connotado, autor de publicaciones en el New England Journal of Medicine y en el Lancet …, ¿podría alguien pensar que eso era cierto? Es más, en los libros de medicina interna de Cecil o Harrison se podía leer “Fierro-Benitez y cols en Ecuador …”, definitivamente no quedaba duda, si era posible hacer investigación y de la buena en el país.

Fue en ese mismo tiempo, cuando supe de otro médico ecuatoriano, autor de publicaciones en el New England Journal of Medicine y otras revistas importantes como Journal of Clinical Endocrinology and Metabolism, me refiero a Jaime Guevara-Aguirre …, que, si bien no hacía docencia, era indudable que, hacia investigación de primer nivel, y entonces ya no había vuelta atrás, la conclusión era que para los problemas de salud que aquejan a los ecuatorianos, eran los ecuatorianos quienes debían investigar sobre ellos, y que pese a las dificultades, se podía producir “ciencia” en el Ecuador.

Han pasado desde entonces varios años ya, y varios de los que fueron testigos de estos relatos, optaron por el camino de la investigación, algunos lo hicieron de manera combinada con su práctica clínica y otros, quizás los más arriesgados, de forma exclusiva, dando lugar a los “investigadores en salud a tiempo completo”.

Este grupo entonces, que fortaleció el concepto de que el médico también puede ser investigador, tuvo en muchos casos la oportunidad de formarse en sitios de alto nivel y obtener el título de PhD, algo que hace no más de 15 años era no solo inusual, sino que además poco entendido. Tanto así, que, a su regreso, muchos de ellos no conseguían trabajo como investigadores, se les ofrecía plazas de docente con la más baja denominación, y es que desafortunadamente en la universidad ecuatoriana valía más la “antigüedad” que la “formación”.

Ahí se perdieron muchos talentos, que, desalentados por esa triste realidad, decidieron volver completamente a la medicina asistencial, o en algunos casos, los más convencidos, regresar a sus instituciones de formación, en las cuales, usualmente eran bien recibidos y podían continuar con su carrera en investigación. Otros, “fieles a la causa” decidieron “hacer patria” y pese a las condiciones no favorables, quedarse en el país y construir un espíritu de investigación en salud.

No viene a lugar mencionar nombres, porque, aunque todavía somos pocos, cada uno es bien reconocido por sus contribuciones tanto a nivel nacional como internacional. Mas importante todavía, creo que cada uno siente la satisfacción de haber “dado vuelta” la moneda y a través de la docencia universitaria haber motivado a nuevos jóvenes médicos a tomar el camino de la investigación. ¡Sus logros y publicaciones se las siente como propias!

Hacer investigación en salud es algo que no solo requiere de talento humano, sino también de recursos económicos y ahí se encuentra un segundo grave problema, pues en todos los países existe un Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología que se encarga de aprovisionar de fondos, normalmente concursables, para que los investigadores puedan llevar a cabo sus proyectos. En el Ecuador, esta función se encuentra bajo la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (SENESCYT), y que, si la memoria no nos falla, ¡no ha financiado proyectos desde el año 2005! Públicamente se hacen las convocatorias, pero en la práctica, los fondos no se ejecutan …, ¿así como se puede hacer investigación?

La SENESCYT en los últimos 10 años se ha dedicado de manera incansable a la formación de recursos humanos, lastimosamente en salud ha perdido el norte, pues ahora auspicia inclusive la formación en áreas clínicas, lo cual es poco probable que termine mejorando el sistema de ciencia, tecnología e innovación. Pero independiente de ello, sigue cometiendo el mismo error desde hace dos décadas, no contempla la reinserción de sus becarios. En términos prácticos, ¿quién se preocupa de que va a hacer un magister (MSc) o un doctor (PhD) cuando este de regreso en el país? Nuevamente, en la mayoría de los casos frustrarse, cambiar de actividad o regresar a su sitio de formación …, ¡qué manera infame de desperdiciar recursos!

Otra fuente de recursos suelen ser las propias instituciones a las que se pertenecen los investigadores, en la mayoría de los casos Universidades, y es interesante, que, aunque por ley (LOES) las mismas están obligadas a invertir el 6% de su presupuesto en investigación, no siempre logran ejecutar esos recursos en proyectos de investigación, particularmente porque debido a la misma legislación, es imprescindible tener una planta docente con título de PhD, y estamos cayendo en una desfiguración del sentido que tiene dicho título. Es penoso observar que la búsqueda del mismo ya no persigue hacer investigación, en algunos casos ni siquiera docencia, sino únicamente cumplir un requisito para lograr avanzar en la carrera universitaria, y entonces esos fondos del 6% se están derivando en la “formación de recurso humano”.

Quizás ahora es muy prematuro, pero en algún momento habrá que evaluar que tan “productivo” ha sido, en términos de desarrollo de investigación, la formación de dichos recursos, pues parecería que el objetivo ha cambiado, y ahora lo más importante ya no es investigar, ¡sino únicamente publicar!

En este sentido, es muy importante entender que la publicación científica es un instrumento de “difusión” de la investigación y el único mecanismo valido para darle visibilidad al trabajo realizado. De ahí que, si las instituciones únicamente buscan incrementar su productividad, mediante la contratación de “publicadores” que firmen por dichas instituciones en artículos realizados en otro sitio y ajenos a la realidad nacional, poco o nada están aportando a la consolidación de la investigación en el país.

En salud la investigación tiene diferentes ámbitos, y por ende puede ser realizada por diferentes actores. Solo para resaltar esto, en que consiste la historia clínica? ¿En qué consiste el examen físico de un paciente? Básicamente en “investigar” datos o información relevante para llegar a un diagnostico (léase descubrimiento) clínico. Por tal motivo, lo que el personal de salud necesita son únicamente dos cosas: aprender a sistematizar sus datos y estímulo para hacerlo. Tener un PhD no es requisito para investigar …

El “estímulo” tiene múltiples aristas, no solo se trata de lo económico, muchas veces hace referencia a las facilidades que se brinde para hacer investigación. En este sentido, el Ministerio de Salud Pública como órgano rector del área, tiene todavía una deuda pendiente, pues no logra desburocratizar el proceso de aprobación de las investigaciones y al momento cuenta con un engorroso y lento proceso, que termina en muchos casos por desalentar al proponente. Tampoco tiene desarrollado un proceso de “reconocimiento” a la investigación, algo, aunque sea simbólico que diferencie al profesional que hace investigación del resto que no la hace. Parecería que para el Ministerio solo importa la parte “asistencial” y seguramente para la “investigación” habrá que contratar “expertos” extranjeros.

En resumen, la salud en el Ecuador necesita de mucha investigación, basta con revisar brevemente la ENSANUT-2012 elaborada por el Ministerio de Salud Pública para darse cuenta de ello. No solo hace falta investigación clínica, también se requiere de investigación básica. Ninguna es mejor ni más fácil que la otra, cada una tiene su contexto y las dos pueden (léase deben) coexistir en países como el nuestro. Hay que fomentar el trabajo colaborativo, crear redes nacionales e internacionales, exigir al SENESCYT y las instituciones académicas la asignación de recursos económicos y al Ministerio de Salud Pública simplicidad y apoyo verdadero a la investigación en salud.


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