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Dieta contra la inflamación crónica

Actualizado: 1 dic 2019


Si el organismo humano es agredido de alguna manera, el sistema inmunitario se defiende. Ante una herida, una infección, una sustancia dañina, se produce como resultado inflamación, por lo general durante un periodo puntual de tiempo, de manera localizada y controlada. Pero cuando se cronifica, sus efectos positivos se invierten y se convierte en la raíz de numerosos procesos patológicos que restan años de vida y aceleran el proceso de envejecimiento.

Varios estudios científicos han relacionado inflamación y enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, hipertensión, artritis reumatoide hasta el cáncer. Modular esta inflamación es posible modificando nuestra dieta hacia aquellos alimentos que permiten depurar y eliminar lo antes posible lo que el organismo no necesita.

El Sedentarismo, los hábitos de comida poco saludables o estrés continuo, conforman un entorno proinflamatorio que puede tornarse crónico. Aunque la inflamación es una respuesta necesaria de nuestro organismo, lo que no es normal es que se mantenga de manera crónica en el tiempo.

Un grupo de investigaciones del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvige (IDIBELL), llevaron adelante un estudio multicéntrico que correlaciona dieta inflamatoria y antioxidante con el riesgo de padecer cáncer colorrectal y cáncer de mama. Según los científicos, quienes siguen una dieta inflamatoria tienen casi el doble de riesgo de desarrollar cáncer colo rectal, el cuarto más frecuente a nivel mundial, pero la parte positiva de este cuadro, es que se trata de un factor modificable y se puede cambiar.

El estudio se ha centrado en el papel de la dieta y en especial en su potencial inflamatorio y su capacidad antioxidante, ya que se conoce que tanto la inflamación crónica como el estrés oxidativo influyen en el desarrollo de estos dos tipos de cáncer. Para prevenirlos debemos orientar nuestros hábitos alimenticios hacia una dieta rica en frutas y verduras, frutos secos, cereales integrales, pescado azul y aceites saludables como el de oliva. La dieta mediterránea es de por sí antiinflamatoria, pero los investigadores ponen énfasis en los alimentos a evitar, en especial los carbohidratos refinados, las carnes rojas y procesadas y las grasas saturadas o trans. Es necesario

implementar estrategias de educación nutricional con la ayuda de profesionales de la nutrición para que la población pueda seguir las recomendaciones dietéticas y cambiar sus hábitos. Una modificación en los patrones alimenticios es muy importante si se tiene en cuenta que la inflamación es la base del 89% de las enfermedades crónicas.


Moléculas antiinflamatorias


Varios estudios refrendan los beneficios de una dieta antiinflamatoria. Una investigación del instituto sueco Karolinska, publicada en «Journal of Internal Medicine», en la cual fueron incluidos más de 68.000 personas con un seguimiento de 16 años, analizó su adherencia a la dieta antiinflamatoria. Los resultados indicaron que quienes siguieron la dieta de manera correcta, tuvieron un 20% menos de riesgo de enfermedad cardiovascular, un 13% menos de riesgo de mortalidad asociada al cáncer y un 18% menos de mortalidad en general. Además, reveló que los mayores beneficiados por este tipo de alimentación son los fumadores ya que presentan un mayor riesgo de padecer estas enfermedades.

Los científicos enfatizaron que la alimentación es la aliada más potente para frenar el crecimiento de la inflamación crónica. No consiste en una dieta a corto plazo o en un plan para adelgazar, sino en instaurar hábitos saludables. Con bastantes puntos en común con la dieta mediterránea (alto consumo de frutas, verduras, pescados y legumbres), la dieta antinflamatoria propone la incorporación de un mayor número de alimentos antioxidantes y la eliminación carbohidratos refinados. Así, las versiones integrales de alimentos como la pasta, la harina, el arroz o los cereales, ayudan a reducir los niveles de biomarcadores de inflamación en sangre. Además, mantienen bajos los niveles de glucosa y mejoran la salud del intestino.

Un estudio publicado en la revista «Nutrition in Clinical Practice» señala que debe contener cantidades apreciables de frutas y verduras, grasas de calidad obtenidas por ejemplo del pescado azul que resulta una de las mejores armas, ya que aporta omega 3 y antioxidantes. Pero hay otros alimentos que, aunque menos incorporados a la cocina del día a día, han demostrado ser altamente beneficiosos como la cúrcuma, que contiene curcumina, un potente polifenol, que puede ser utilizada para sazonar como condimento natural en sustitución de la sal, el azafrán cuyo principal compuesto, la crocina, posee cualidades antiinflamatorias, antioxidantes y antiproliferativas, las cerezas y otros frutos con pigmentos como fresas y frambuesas contienen antocianinas, que alivian y previenen los ataques de gota.

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