Cada año el 24 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Tuberculosis, fecha en la que el bacteriólogo Robert Koch anunció el descubrimiento de la bacteria causante de la enfermedad en 1882, que sigue siendo endémica, pero prevenible y curable. Su causa es la infección por Mycobacterium tuberculosis, bacteria que se propaga por el aire de persona a persona; quienes la padecen pueden tener compromiso pulmonar o extrapulmonar. El diagnóstico se hace a través de pruebas como la tuberculina (PPT), en la cual se inocula un derivado proteico purificado en el antebrazo para verificar la reacción a este y también mediante la baciloscopia, prueba en la que se solicita por dos días consecutivos la recolección de las secreciones que se expulsan al toser para identificar bacilos al microscopio. El objetivo propuesto por la Organización Mundial de la Salud (OMS) al establecer el Día Mundial de la Tuberculosis es lograr la concientización sobre la carga global de la enfermedad y los esfuerzos necesarios para eliminarla como problema de salud pública en todo el mundo.
Tuberculosis pediátrica
Datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) revelan que en 2019 se registraron 26.402 casos de tuberculosis en menores de 15 años en las Américas, lo que representa una tasa de incidencia de 9,5 casos por cada 100.000 habitantes y el fallecimiento de más de 230.000 niños.
La prevalencia de tuberculosis pediátrica en Latinoamérica es un problema sanitario, social y económico, además varía según el país y la región. La OPS informó que Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia y México tienen tasas de incidencia más alta que el promedio regional. Asimismo, el Ministerio de Salud de Colombia señaló que en 2019 se reportaron 3.564 casos de tuberculosis en menores de 15 años, lo que representa 11% del total de casos notificados en el país y su tasa de incidencia de 15,6 casos por cada 100.000 habitantes. El ministerio resaltó que los menores de 5 años tienen una mayor tasa de tuberculosis.
La Dra. Kelly Márquez Herrera, infectóloga pediátrica de la Clínica Infantil de Santamaría del Lago, en Bogotá, Colombia, destacó que el problema radica en que el diagnóstico de la enfermedad es un reto en esas edades, puesto que los signos y síntomas son inespecíficos, sumado a que en ellos no es fácil tomar la muestra de esputo, ya que muchas veces degluten las expectoraciones y cuando se pueden hacer pruebas estas resultan paucibacilares (niveles bajos de bacilos).
La especialista indicó que para sospechar que un paciente pediátrico tiene tuberculosis activa se deben cumplir al menos 3 de los 5 criterios aprobados para el diagnóstico, que incluyen:
Evaluación clínica (fiebre, tos por más de 2 a 3 semanas, disminución en las actividades diarias, compromiso ganglionar).
Estudio radiológico que implica la toma de radiografía de tórax, la cual generalmente tiene cambios sutiles, como aumento del tamaño de los ganglios en región parahiliar y en ocasiones neumonía o derrames e incluso pueden encontrarse cambios poco representativos,
PPT tuberculínico > 10 mm. No obstante, si el niño tiene alta sospecha o contacto con adulto bacilífero se considera positiva la prueba con 5 mm.
Análisis epidemiológico. El diagnóstico de tuberculosis pulmonar en un adulto que vive con el menor requiere de una evaluación detallada de todos los contactos posibles de este foco de contagio.
Hallazgo microbiológico con cultivo que se hace con evaluación del aspirado gástrico, por la dificultad de toma de muestra de esputo en los niños e incluso en ocasiones se solicita biopsia si se sospecha compromiso ganglionar u óseo.
Aunque no se sospeche tuberculosis por la clínica del paciente y el hallazgo se haga difícil, una vez se contempla como diagnóstico, los niños son considerados casos centinela, pues permiten identificar la fuente de contagio, lo que ayuda a controlar la enfermedad, agregó la especialista.
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