Paul Ruano Nieto
Psicoanalista
Centro Ambulatorio de Salud Mental ASLB
Foro Analítico del Campo Lacaniano- Ecuador (En formación)
Apenas iniciado el siglo XX se publicó el texto “Psicopatología de la vida cotidiana” (Freud, S. 1901) en donde el autor, continuando con su línea de investigación, planteada ya en “La interpretación de los sueños”, afirma que, para comprender los fenómenos patológicos, es necesario indagar sobre sus equivalentes en los fenómenos presentes en la cotidianidad “normal”, por así decirlo.
En consecuencia, identifica en los equívocos del lenguaje, en el olvido temporal de nombres y lugares, fenómenos que se presentan de manera involuntaria y que, por no generar consecuencias considerables en la cotidianidad ni en los vínculos sociales del individuo, se suelen asumir como algo sin relevancia que “suele pasar”, por lo que no llaman la atención de quien lo ha vivido.
Sin embargo, Freud se interesa en buscar una explicación a estas manifestaciones, bajo el argumento de que a nivel psíquico, no hay casualidad; los pensamientos o interrupciones mnémicas no aparecen de la nada; si bien estos fenómenos podrían resultar en ocasiones, poco relevantes, mantienen relación con motivaciones inconscientes que producen como resultado, manifestaciones a nivel emocional o de pensamiento, por fuera de la voluntad consciente de la persona, como seguramente podremos confirmar en algún episodio de la vida de cada uno.
Ya desde esta perspectiva, es posible notar que muchos de los fenómenos considerados patológicos, se presentan de una forma en déficit o exceso, de aquellos que podemos observar en las personas sanas; lo que, al mismo tiempo, nos ubica nuevamente frente a las consideraciones de que aquello que conocemos como “normal”, mantiene una relación estrecha con lo que encontramos comúnmente en la mayoría de la población y se convierte en socialmente aceptado.
Con esto no pretendo afirmar que los trastornos mentales y emocionales son únicamente una interpretación médico-sociológica e incluso política de todo aquello que queda por fuera de lo habitual, precisamente porque siendo más específicos, lo que suele llevar a un diagnóstico es el nivel de padecimiento que producen los fenómenos patológicos y las alteraciones que en consecuencia, se evidencian en el entorno familiar, laboral y social de quien convive con estas dificultades. Aun así, persiste la posibilidad de que esto sea también, una consecuencia de la forma en que el otro ubica y responde frente a aquello que considera “incorrecto” o anormal, lo cual nos haría ingresar en una discusión difícil de zanjar.
Retomando lo expuesto anteriormente, la observación de los procesos de tratamiento pone en evidencia que en ocasiones, cuando la intensidad y/o frecuencia de las manifestaciones patógenas va reduciendo, deja una secuela traumática relacionada con la experiencia misma de la enfermedad; no son pocos los casos en que la persona que ha vivido el malestar psíquico en alguna de sus formas (depresión, crisis de angustia, inhibición, etc.) y ha empezado a sentir algún grado de mejoría, presenta episodios de ansiedad, que puede ir de leve a intensa, a causa del temor que le genera pensar en la posibilidad de que tenga una recaída, es decir, que vuelva al estado psíquico anterior al tratamiento.
Generalmente, refiere a situaciones de su cotidianidad, capaces de producir estados emocionales alterados como tristeza, incremento de su estado habitual de alerta, cierto grado de desinterés por el contacto social (por mencionar algunos), pero que al mismo tiempo no se caracterizan como patológicos, bajo los parámetros que hemos mencionado, pero que a consecuencia de la experiencia vivida en sus condiciones sintomáticas, se ven adicionados por la ansiedad resultante del temor anticipado a verse inmersos una vez más, en las condiciones de sus periodos más críticos.
Es aquí donde la clínica actual puede encontrar un punto de referencia en la perspectiva psicoanalítica sobre la vida cotidiana, justamente porque además de acompañar en el proceso de construir cierto ordenamiento sobre la relación existente entre las condiciones externas y la forma de tratamiento que lo psíquico hace de estas, podría reconducir el horizonte del proceso terapéutico, al encuentro con los factores que produjeron el malestar de base, antes de asumir la “reciente ansiedad” como una nueva forma de presentación sintomática.
Como elemento adicional, quedaría planteada la discusión posible alrededor de la enfermedad mental, principalmente porque lo planteado hasta aquí, considera casi exclusivamente procesos neuróticos y aquellos que, fundamentados en necesidades emergentes para combatir un virus desconocido, pueden sin problema, añadir a su “normalidad” comportamientos que anteriormente hubieran sido catalogados, cuando menos, compulsivos.
Referencias
Freud, S. (1901). “Psicopatología de la vida cotidiana”. En: Obras completas Vol. VI. Amorrortu editores. Buenos Aires & Madrid.
Freud S. (1900). “La interpretación de los sueños (segunda parte)”. En: Obras completas Vol. VII. Amorrotu editores. Buenos Aires & Madrid.
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