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Alteraciones en la salud mental en tiempos de pandemia

Actualizado: 1 dic 2020



David Bravo Romero

Psicólogo Clínico

Foro Analítico del Campo Lacaniano- Ecuador (En formación).



El 29 de febrero en Guayaquil se emitió un anuncio que alarmó a la población ecuatoriana: “se ha confirmado el primer caso de COVID-19 en el Ecuador”, sintiéndose quizá sumidos en aquel sentimiento de desconcierto y de accionar colectivo al que Sigmund Freud llamó sentimiento oceánico y más tarde alma de las masas, muchas personas se abarrotaron a farmacias y supermercados agotando en pocas horas el stock de artículos de primera necesidad, y productos como vitamina C, mascarillas y alcohol.

Con la finalidad de frenar la rápida expansión del mortal virus, el 17 de marzo el gobierno nacional declara estado de excepción, se instauran medidas como la suspensión de eventos masivos y entre otras, se sugiere a la población permanecer en sus casas y no salir a no ser que se trate de situaciones estrictamente necesarias y emergentes o aquellos quienes brinden servicios que no puedan detenerse tales como: salud, limpieza, distribución de alimentos, seguridad, etc.

Desde entonces hemos sido testigos del impacto que la pandemia deja a su paso, seguramente hemos escuchado en el noticiero del incremento en el número de contagios, conocemos algún caso cercano de alguien que contrajo el virus y falleció, así como de aquellos que lo contrajeron y lo superaron sin mayor complicación.

Sin lograr entender con profundidad lo que está ocurriendo, la pandemia se ha abierto paso en la cotidianidad trayendo consigo un fuerte impacto en nuestra subjetividad y vida anímica ya que confronta a cada sujeto con sentimientos tales como: miedo, frustración, enojo, desorganización, tristeza, sentimiento de soledad, sensación de encierro y ansiedad, entre muchas más emociones y situaciones que afectan de manera transgresiva sobre la forma en la que se experimenta la cotidianidad, llegando a ocasionar efectos traumáticos sobre la salud mental de muchas personas.

La OMS define a la salud mental como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”, teniendo en cuenta esta definición resulta difícil pensar que en el contexto actual pueda existir un “estado de completo bienestar” incluso en los casos que no se han visto afectados de forma directa por la enfermedad, así pues la misma OMS anunció meses atrás que esta emergencia sanitaria ha dejado secuelas de estrés postraumático e impacto emocional equiparable a los rezagos causados por la Segunda Guerra Mundial.

Sin duda podría decirse que la emergencia sanitaria que el mundo atraviesa debido a la pandemia por Covid-19 resulta equiparable a una intensa guerra, solo que, en esta ocasión, la zona de combate esta por doquier y cualquier persona incluso sin saberlo podría ser portadora de este implacable, mortal e invisible enemigo.

Freud en su texto: “El malestar en la cultura” (1930), indica que desde tres lados amenaza el sufrimiento al ser humano; desde el cuerpo propio a causa de su fragilidad, es decir, al sabernos vulnerables, desde el mundo exterior, puesto que este puede abatir sus furias sobre nosotros con fuerzas despiadadas y destructoras y de los vínculos con otros seres humanos. Teniendo en cuenta estos tres lugares como fuentes de sufrimiento es posible decir que el Covid-19 ataca desde los tres frentes de forma simultánea, dejando a los sujetos con la más cruda sensación de desamparo y los efectos que esta traerá a sus vidas.

En la obra de Freud se desarrolla el concepto de angustia indicando que se trata de una reacción a una “situación traumática”, una experiencia de desamparo ante la acumulación de excitación que no se puede descargar, esto lo puntualiza en 1926 habiendo sido para entonces testigo de los estragos ocasionados tanto por la Primera Guerra Mundial que se dio entre 1914 y 1918, así como también la pandemia por el virus de la gripe española en 1920.

Este último suceso causó gran impacto en el padre del psicoanálisis puesto que se vio devastado al perder a su querida hija Sophie en condiciones muy similares a las que en la actualidad muchas personas se han encontrado a causa de la emergencia sanitaria. En una carta escrita por Freud al pastor Oskar Pfister en 1920 dijo:

“Esta tarde nos dieron la noticia de que la neumonía por el virus de la influenza nos arrebató a nuestra dulce Sophie en Hamburgo. Nos la arrebató a pesar de que tenía una salud radiante y una vida plena y activa como buena madre y amante esposa, todo en cuestión de cuatro o cinco días, como si nunca hubiera existido”. (Freud a Pfister, 27 de enero 1920)

Actualmente muchas personas a nivel mundial han sufrido pérdidas tan dolorosas como esta, perdidas que han incrementado de una forma notoria el malestar psíquico de los sujetos, perdidas ante las cuales “solo queda bajar la cabeza y recibir el golpe como los seres pobres, desamparados que somos, librados al juego de la fuerza mayor”. (Freud a Halberstand, 25 de enero 1920)

Jaques Lacan, siguiendo el trabajo de Freud en su seminario de 1963 titulado “La Angustia” indicó que esta proviene de lo que, en su desarrollo teórico, denominó “lo real”, es decir, como lo que está afuera del lenguaje y es inasimilable a la simbolización, en tanto este carácter de resistencia a la simbolización presenta a lo real en su cualidad esencialmente traumática, pues “dicho real se presenta en la experiencia, de eso que es la angustia señal.” (Lacan, 1963)

Teniendo en cuenta lo antes expuesto podría decirse que la actual emergencia sanitaria nos confronta directamente con la angustia, debido a lo real y sus contingencias, así pues, nos vemos fragmentados por esta pandemia y su nueva normalidad. Aparecen con mayor incidencia que antes casos de depresión, ansiedad, ataques de pánico, burn-out, aumento del índice de estrés, dificultad para tramitar duelos, etc tanto en consulta como en la cotidianidad.

Así también, resulta posible visualizar otras problemáticas que surgen como producto de este contexto, tales como: violencia intrafamiliar y de género, aumento de trabajo infantil, violencia laboral, inseguridad, aumento en los índices de delincuencia, entre otras situaciones que incrementan el sentimiento de desamparo y desconcierto, así como los montos de angustia y malestar en la psique de los sujetos.

Es por eso que hoy más que nunca los profesionales de la salud nos vemos confrontados a una prueba de fuego que nunca imaginamos, resulta imperativo brindar un espacio de contención y sostenimiento donde se pueda re organizar, re estructurar y re simbolizar aquello que desde las contingencias que ha traído el Covid-19, se ha visto fragmentado.

Es necesario proveer tanto en consulta privada, así como en espacios comunitarios, un lugar de sostenimiento y tramitación para el sufrimiento psíquico por el cual los sujetos se encuentran atravesando, abordar y trabajar las diferentes problemáticas antes expuestas resulta muy importante, desarrollar estrategias de abordaje, trabajo y sostenimiento para las poblaciones vulnerables, etc.

Es decir desde cada frente en la cual el profesional de salud se encuentre, su aporte en tiempos de Covid-19 resulta importante y necesario, no obstante, no se debe olvidar que el profesional de la salud mental, es también un individuo que se ve confrontado a los avatares de esta crisis y por lo tanto, los influjos de angustia operan también sobre él, por lo cual generar y buscar espacios de contención para el personal de salud y salud mental resulta éticamente necesario, puesto que, para cuidar a quienes cuidan es necesario trabajar en equipo.

Referencias

  • Evans, D. (1997). Diccionario introductorio de psicoanálisis Lacaniano. Buenos Aires: Paidós.

  • Freud, S. (1930). El malestar en la cultura. Buenos Aires: Amorrortu.

  • Freud, S. & Pfister, O. (1966) Correspondencias. México: Fondo de Cultura Económico.

  • Lacan, J. (1954). Seminario I: Los Escritos Técnicos de Freud. Buenos Aires: Paidós.

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