Eugenio de Santa Cruz y Espejo, es sin lugar a dudas el ecuatoriano más grande de todos los tiempos. Su pensamiento encerrado por el miedo de una sociedad que no estaba preparada para su grandeza, fue devuelto a la memoria por el obispo Federico González Suárez. Desde entonces se han escrito casi 500 libros sobre su trajinar intelectual en lo político, médico, periodístico, bibliotecológico, jurídico, social, etc.
Su obra sustenta una de las tres columnas fundacionales de este país. Él le dio al Ecuador conciencia política, pensamiento crítico y aportes científicos que fueron vanguardia en su tiempo; Pedro Vicente Maldonado le dio conciencia geográfica y científica; y, Juan de Velasco conciencia histórica.
Hace un año me reuní con el flamante decano de la Facultad de Ciencias de la Salud y Bienestar Humano, el amigo y hermano de utopías posibles Angel Alarcon y en el marco de los 250 años de acreditación profesional como médico del sabio quiteño, organizamos el webinar: “Eugenio Espejo Prócer y Médico”. Con Ángel hemos trabajado todo este tiempo movidos por el espíritu invencible del personaje y el día de hoy, fruto de ese esfuerzo, se presentó el libro “Eugenio Espejo Médico y Prócer, mismo que fue patrocinado por la Universidad Indoamérica y tiene el aval académico de: Academia Nacional de Historia del Ecuador, Academia Ecuatoriana de Medicina, Academia Bolivariana de América Capítulo Ecuador; y, salió bajo el sello de Acacia Editorial.
En la designación de los calificativos al nombre del libro, invertimos los calificativos propuestos en el webinar; dando fuerza a la entrega a la medicina y a la dimensión internacional de nuestro prócer. Su texto “Reflexiones sobre las viruelas”, que en Europa se constituyó en una herramienta de estudio para salvar vidas, siendo traducido a varios idiomas, rompe ese viejo paradigma colonial de que en América y en el Ecuador no producíamos conocimiento científico, esa deconstrucción histórica frente a la autoestima nacional debe darnos otra dimensión ante a nosotros mismos y ante al mundo. Una dimensión de que podemos, porque somos y trascendemos.
Gabriel Cisneros Abedrabbo