Juan Sebastián Larrea Leiva
Psicólogo Clínico
Centro Ambulatorio de Salud Mental ASLB
“You can’t always get what you want” (Nunca puedes tener TODO lo que quieres). Así se titula la canción de la banda británica The Rolling Stones, lo cual, sin darse cuenta, ya cumplen con una gran visión del proceso terapéutico y el dispositivo clínico de cualquier sujeto en malestar. En estos tiempos de pandemia, la sociedad se ha sometido a un proceso de readaptación; de cuestionar lo que se considera normal y lo considera anormal, lo que antes era tan absurdo, hoy puede ser un hábito, una costumbre, desde lo obligatorio hasta lo placentero.
Desde una postura clínica, hoy muchos profesionales de la salud (en este caso mental) han experimentado el teletrabajo. Hay que admitir, que quien escribe este artículo, ha sido un profesional que ha tenido resistencias con esta metodología, incluso previo al brote del Coronavirus, solamente había experimentado un puñado de sesiones vía llamada o videoconferencia.
Lo que ayer era una resistencia a la teleterapia, hoy se ha convertido en una alternativa para sostener el proceso y la relación entre el psicólogo clínico y el paciente (llámese transferencia, alianza terapéutica, rapport, etc.). La cuestión en este caso, es que no todos los profesionales de salud mental ni los pacientes están de acuerdo con la teleterapia. Aquí es la encrucijada donde uno cae a lo tan simple y tan complejo del asunto: La Renuncia.
Lacan hablaba del concepto de la “falta” en su seminario de La Transferencia (1960), donde todo sujeto está barrado, castrado simbólicamente, que no puede estar en una totalidad ya que tiene una relación con el deseo. No existe totalidad, ya que seguimos deseando. Y en la renuncia también se nota el deseo.
¡No se puede tener todo! Por un lado, es entendible que la teleterapia no es terapia en persona -frente a frente-. Se puede perder la sensación de privacidad, o como han dicho algunas personas “se pierde lo personal de la sesión”. Se puede perder ese contacto humano de incluso pasar un papel si el/la paciente está llorando. Sin contar que hay otros factores del cual ambos lados se vuelven dependientes, como que no falle el internet en el establecimiento de uno u otro. Por otro lado, al estar en casa, ya no entramos en ningún mecanismo de racionalización, como por ejemplo la típica excusa de “perdón por la tardanza, hay un tráfico terrible y no pude llegar a la sesión”.
Permite incluso la posibilidad de romper las barreras geográficas, ya que uno puede estar en un país y el otro puede estar en otro país y sostenerse del campo virtual para comunicarse. Así mismo, en esta pandemia, la teleterapia ha permitido la seguridad de no exponerse considerando la posibilidad de un contagio.
Sin embargo, es claro que no se puede tener todo. Que uno debe aceptar que, tanto en una opción, como en la otra, hay una renuncia. El escoger ya nos hace entrar en una dialéctica de renuncia, debido a que decidimos una cosa por sobre otra. Esto va tanto para los profesionales de la salud mental como para los pacientes. La teleterapia no es fácil. El atender con mascarilla y tener al paciente también con mascarilla, tampoco. El punto aquí es asumir el renunciar. Saber que en ambos aspectos estamos sometidos a condiciones positivas como negativas.
En la renuncia, tanto el profesional de la salud mental como también el paciente, uno ya gana. Crea las reglas de juego para que ambos (si no son más) lados puedan sentirse que se puede trabajar el malestar emocional y psíquico. Lo importante es que la renuncia sea un punto de partida para el psicólogo clínico, el psicoanalista, el psiquiatra escuche y el paciente o analizante hable, elabore, resignifique. La renuncia de hoy, puede ser la ganancia de mañana.
You can’t always get what you want…you get what you need (Nunca puedes tener todo lo que quieres, pero tienes lo que necesitas). The Rolling Stones, 1969
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