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Ciencia y tecnología en época del COVID-19








Enrique Teran, MD, PhD

Colegio de Ciencias de la Salud, Universidad San Francisco de Quito










A propósito de la conmemoración, el pasado 10 de abril, del día internacional de la ciencia y tecnología y en medio de la pandemia producida por el COVID-19, no se puede dejar de resaltar la crucial importancia que a nivel mundial tienen las actividades investigativas para tratar de combatir a esta. Sin embargo, y anteponiendo nuestro inmenso agradecimiento y completa solidaridad con el equipo de salud asistencial, que día a día pone en riesgo su propia integridad y sacrifica la de sus seres queridos por el bien del resto de la población. Ese mismo personal asistencial, en el afán de controlar la morbi-mortalidad producida por el COVID-19 está “echando mano” de diferentes alternativas terapéuticas, las cuales en algunos casos se sistematizan mejor que otros con la finalidad de luego publicar un “ensayo clínico”.

Sin embargo, este tipo de contribuciones se enmarca en el ámbito de la investigación clínica, mientras que la investigación básica en esta pandemia por COVID-19 es la que ha permitido no solo identificar y conocer al patógeno, sino además el entendimiento de los mecanismos por los cuales se desarrollan los problemas asociados con este, su trasmisibilidad, patogenicidad, estructura, mutabilidad y su potencial respuesta a diferentes drogas.

Aportes fundamentales sin duda que vienen de biólogos, genetistas, virólogos, maestros y doctores en ciencias y médicos que trabajan primariamente de forma experimental o con el uso de modelamiento computacional en laboratorios usualmente en universidades o institutos de investigación, sean públicos o privados.

En este sentido, y frente a la evidente falta de recursos en el sistema de salud del Ecuador, no cabe a lugar siquiera, discutir sobre la necesidad de incrementar (o mejor respetar) la asignación de recursos que por ley se establece y fortalecerlo no solo construyendo infraestructura (como ya se hizo equivocadamente), sino también con equipamiento y talento humano suficiente, que reciba un trato justo y por supuesto un salario digno ¡hay que luchar de forma incansable por ello!

Sin embargo, no se puede ni se debe dejar de lado, que en el Ecuador es necesario un verdadero sistema de ciencia y tecnología, en el que se fomente y apoye a la investigación básica mediante la asignación de recursos para la implementación de infraestructura, equipamiento y gestión, así como la formación de recurso humano en las áreas que el país no tiene oferta académica.

Esto es algo que la Secretaria de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación – SENESCYT a lo largo de los años ha sido incapaz de conseguir, pues su aparente objetivo primario ha sido gestionar becas, las cuales se han asignado de una manera desorganizada, sin tomar en cuenta las necesidades institucionales del país y mucho menos pensando en un proceso de reinserción laboral de esos becarios al finalizar su formación.

Es así como, por un lado, se ha invertido gran cantidad de recursos en propiciar estudios en áreas clínicas, y en aquellos casos en los que se ha apostado a las ciencias básicas, se lo ha hecho sin considerar las necesidades de las universidades o institutos de investigación, capaces de reclutar a los mismos, por lo que han terminado a su retorno ubicados en puestos administrativos, lejos de la investigación real. Tampoco se ha considerado la asignación de fondos para la realización de proyectos de investigación por parte de esos becarios que retornan, mucho menos para proyectos presentados por investigadores consolidados.

Tiene que dejar de existir un “divorcio” entre la investigación realizada por la academia y la atención clínica que brinda el sistema de salud, mismo que en el caso de la pandemia por COVID-19 se ha vuelto a evidenciar, por ejemplo con la realización de las pruebas diagnósticas, que desde el principio se dijo que el Instituto Nacional de Investigación en Salud Pública – INSPI no iba a poder satisfacer la demanda y que varias universidades pusieron sus laboratorios a disposición del Ministerio de Salud Pública, lo cual no fue tomado en cuenta sino hasta la semana anterior y todavía está en trámite; o por ejemplo capitalizar la destreza de varias universidades en georreferenciación, modelajes matemáticos, bioética, diseño de ensayos clínicos, etc.

Mas allá de estos ejemplos, la emergencia producida por la pandemia por COVID-19 ha demostrado que “juntar” a los actores claves no requiere de movilización, recursos extra o facilidades especiales, hoy la tecnología permite y favorece, pero cuanta madurez hace falta para entender que todos remamos en el mismo sentido, no hay competencia ni debe haber revanchismo, todo lo contrario ¡se debe fomentar la colaboración y el trabajo conjunto!

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