Día mundial de la lucha contra el dolor Dolor crónico una enfermedad
- Noticiero Medico

- 1 nov
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El 17 de octubre se celebró el Día Mundial contra el dolor, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de las personas que lo padecen en algún momento de sus vidas.

El 11 de octubre de 2004 se reunieron en Ginebra (Suiza), la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP por sus siglas en inglés), la Federación Europea del Dolor (EFIC, también en inglés) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) como coesponsor y establecieron la fecha 17 de octubre como el Día Mundial contra el Dolor.
En el marco del Día Mundial de Lucha contra el Dolor, se busca visibilizar esta problemática y promover el acceso a tratamientos adecuados, interdisciplinarios y humanizados.
En el presente año se destaca la importancia de la nueva clasificación que hace la Organización Mundial de la Salud (OMS) del dolor crónico como enfermedad en sí misma.
Este nuevo sistema de clasificación para el dolor crónico, transformará la atención de los pacientes y la investigación en dolor a nivel mundial, al facilitar un tratamiento multimodal y aumentar los esfuerzos para medir la calidad y eficacia de la atención. Además, promoverá nuevas investigaciones sobre la prevalencia y los efectos del dolor crónico.
El dolor crónico afecta a millones de personas en todo el mundo, pudiendo limitar su calidad de vida, sus vínculos y su bienestar emocional. A diferencia del dolor agudo, que suele tener una causa identificable y una duración limitada, el dolor crónico puede persistir durante meses o años, convirtiéndose en una condición compleja que requiere atención integral.
El objetivo de este día es hacer un llamamiento sobre la necesidad de encontrar con urgencia alivio al sufrimiento que padecen las personas con enfermedades que son causantes de dolor.
La mayoría de las personas han sentido dolor alguna vez en su vida, ya sea por una caída, por una enfermedad o por algún malestar. De hecho, según las estadísticas, el 50% de las personas que acuden a recibir atención primaria, es por causa de algún dolor. Pero, además, una de cada cinco de ellas sufre de dolor crónico y una de cada tres tiene dolencias tan graves que no pueden lograr tener una vida normal.
En vista de esta situación, la Organización Mundial de la Salud ha solicitado que el dolor crónico pase a ser considerado una enfermedad y que su alivio sea catalogado como un derecho humano.
El dolor es un síntoma generalizado e incapacitante que afecta significativamente la calidad de vida de las personas. Es siempre una experiencia personal, influenciada por factores biológicos, psicológicos y sociales. Debido a su naturaleza multifactorial, concurrente y cambiante en el tiempo, el dolor representa un síntoma complejo y multidimensional que plantea importantes desafíos tanto para los pacientes como para los profesionales de la salud.
El dolor constituye una causa frecuente de consulta en atención primaria y se asocia principalmente con la edad avanzada y la presencia de enfermedades crónicas, donde su prevalencia oscila entre el 12 % y el 30 %. Según la Organización Mundial de la Salud, a nivel global uno de cada cinco adultos sufre de dolor y a uno de cada diez se le diagnostica dolor crónico. Por otro lado, en la población infantil, estudios epidemiológicos sugieren que el dolor crónico y recurrente está presente en aproximadamente un 25 %. En Latinoamérica, la prevalencia del dolor crónico varía entre el 27 % y el 42 %, mientras que el dolor agudo en pacientes hospitalizados fluctúa entre el 30 % y el 70 %. En cuanto al dolor oncológico, este afecta entre el 30 % y el 50 % de los pacientes con cáncer, y hasta un 60 % en etapas avanzadas, siendo causado tanto por la enfermedad como por los tratamientos médicos, tales como cirugía, radioterapia y quimioterapia.
El dolor es, por tanto, un problema de salud pública cuya búsqueda de estrategias eficaces para su manejo resulta cada vez más urgente, dada la complejidad de los mecanismos involucrados. La investigación actual se orienta a explorar alternativas de tratamiento específicas para el dolor crónico (definido como aquel que dura más de tres meses), el dolor neuropático (causado por deterioro del sistema nervioso periférico y central), el dolor nociceptivo (producido por inflamación de los tejidos) y el dolor nociplástico (caracterizado por dolor crónico sin lesión nerviosa directa o inflamación evidente, como ocurre en la fibromialgia, el síndrome de dolor regional complejo tipo 1 y el colon irritable).
El objetivo del tratamiento es reducir el sufrimiento y restaurar la función del órgano afectado mediante una estrategia integral que incluya enfoques farmacológicos, no farmacológicos e intervencionistas. Entre las opciones farmacológicas se encuentran los opioides y los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs); entre las alternativas no farmacológicas destacan la terapia cognitivo-conductual y la fisioterapia; y entre los procedimientos intervencionistas, los bloqueos nerviosos. Sin embargo, estas estrategias presentan limitaciones, como la baja tasa de éxito en algunos casos, los riesgos asociados a los procedimientos y los efectos indeseables de los opioides, tales como el abuso y la dependencia farmacológica.
En los últimos años, los métodos de analgesia se han diversificado gracias a un mejor conocimiento de los sistemas de señalización del dolor. Han surgido innovaciones que superan las debilidades de los métodos tradicionales, como la neuro modulación (estimulación eléctrica de los nervios), la administración de células madre para reparar tejidos lesionados y el desarrollo de nuevos fármacos opioides, como el tramadol, la buprenorfina y el tapentadol. Estos presentan menos efectos adversos, menor compromiso respiratorio y menor riesgo de dependencia que los opioides tradicionales. Algunos de estos nuevos fármacos se administran por vía transdérmica mediante parches cada tres días, lo que aporta comodidad y seguridad al paciente.
Otras innovaciones incluyen el uso de nanopartículas, que permiten la administración dirigida del principio activo analgésico en el sitio exacto, mejorando así la eficacia terapéutica. Asimismo, se ha avanzado en el uso de anticuerpos monoclonales que bloquean específicamente moléculas implicadas en los procesos de dolor, como el péptido relacionado con el gen de la calcitonina, empleado en el tratamiento de la migraña.
El fármaco no opioide más reciente es la Suzetrigina, aprobada por la FDA, que modula la señal del dolor en el sitio de emisión, en lugar de actuar sobre los receptores cerebrales, resultando especialmente útil para el dolor moderado a severo.
Las conclusiones más relevantes sobre el manejo del dolor giran en torno a la necesidad de adoptar un enfoque holístico, multidisciplinario y centrado en el paciente, reconociendo que el dolor crónico es una enfermedad en sí misma y no solo un síntoma. Se abandona la visión exclusivamente biológica y se adopta el modelo biopsicosocial del dolor, desaconsejando el uso de una única terapia y promoviendo la combinación de enfoques, como la farmacoterapia, las terapias restaurativas y las intervencionistas, entre otras.






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