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Psicoanálisis, la aptitud de lo inadecuado

Actualizado: 31 jul 2019




Prof. Alejandro Sanchez Rudegar

Psicólogo Psicoanalista miembro de la cátedra “Psicoanálisis Freud” de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.






La transmisión de una enseñanza es un compromiso ético. Darla a conocer, donar su potencia transformadora es un intento de confrontar al otro de la época con la capacidad generativa de dicha enseñanza.

El ámbito universitario ha sido y es uno de los campos por los que esa transmisión, esa dación de un saber y sus resonancias nos desafía, tal vez más aún que otras áreas de despliegue, a enfrentar posiciones consolidadas y cristalizadas que tienden a monopolizar hegemonizar y homogeneizar el pensamiento de la época, peligro al que debemos oponer, al menos, una sospecha.

El curso que la Pontificia Universidad Católica de Ecuador ha ofrecido bajo el título “La aptitud de lo inadecuado” ha confrontado a quienes participamos del mismo con las premisas arriba señaladas. Creo que podríamos ubicar el núcleo del curso (que ha seguido siempre la orientación señalada por el profesor Osvaldo Delgado en su texto “La Aptitud de Psicoanalista” en el deseo de presentar y ofertar una alternativa, sostener una diferencia y poner a distancia a ese decir hegemónico, para poder sopesarlo mejor.

Es de público y notorio que ese decir, bajo la forma del discurso de la ciencia y de la técnica, vuelve a presentar al sujeto (y en particular a su cuerpo) como un simple organismo fisio-organicista, uno más entre las especies, con la única diferencia (cuantitativa) de su evolución, pero lo hace encaramado en un montaje extraordinario de marketing y novedad.

Hemos centrado nuestro acto en contraponer a esa corriente de pensamiento el discurso del Psicoanálisis, y hacerlo desde su núcleo inactual e intempestivo postulando una aclaración que resulta medular para una mejor comprensión de la disputa:

Afirmamos junto a Friedrich Nietzsche que Contemporáneo es aquello que tiene algo para decirnos hoy, algo que aún posee el poder de interpelarnos y no aquello que aspira a “ser” lo nuevo por el solo hecho de ser coetáneo, de compartir el tiempo de una época, de participar de una moda, de devenir una tendencia.

Es desde allí desde donde sostenemos que, del mismo modo, que la música de Bach es contemporánea, lo es la arquitectura de Palladio, la inagotable literatura de Sófocles, la polisémica filosofía de Marx, la elegante teología de Kierkegaard.

El descubrimiento Freudiano participa de esa misma naturaleza de contemporaneidad, interpela, confronta, aguijonea y espolea cualquier tentativa letárgica de pensamiento totalizante. Es cierto que corre un gran riesgo: devenir en una postal vienesa de principios del siglo XX si continúa buscando su soporte (y el de su transmisión) no en su lógica sino en su fenomenología, buscando apoyo en la mera iteración de historiales clínicos y complejos sintomáticos propios de un tiempo que ya no dice al sujeto de hoy. Por eso la lectura de Lacan, su retorno a Freud, devuelve a la invención freudiana su frescura subversiva.

Nuestro esfuerzo ha girado en torno a esta situación teórica y pedagógica, anverso y reverso de una enseñanza viva. Así hemos señalado cómo el discurso del tecnocapitalismo, de las neurociencias y de las psicoterapias cognitivo conductuales, un decir de potente seducción que se oferta con los refrescantes encantos de la novedad constituye, en rigor, la repetición de estrategias anquilosadas en un pensamiento anclado en el siglo XVII.

Nos referimos al ideal cartesiano de una matriz binaria que formaliza una “res cogitans” opuesta a una “res extensa”, siendo la primera sede de toda garantía de verdad.

La invención Freudiana presenta “hoy” con tanta intempestiva incomodidad, esa misma conciencia como sede (también) del desconocimiento propio del sujeto hablante.

Ergo, el psicoanálisis no puede ser asimilado, incorporado, fagocitado por el discurso hegemónico actual; de allí la animosidad que despierta, el encono que suscita, las pasiones que moviliza para alcanzar su “aussrotten”, su exterminio en tanto aquello que no permite el TODO, aquello que hace cruz a la potencia totalizadora del tecnocientismo en su pretensión de absorber, sin resto, al sujeto hablante para, una vez deglutido, ponerlo a producir o con más precisión a reproducir la actualidad.

Así, a la transparencia de la tradición filosófica idealista devenida y soportada por una mercadotecnia utilitarista orientada a la producción constante e indefinida de bienes y servicios se opone la opacidad del goce subjetivo con que la lectura que Jacques Lacan devuelve al texto de Freud su carácter revulsivo, exponiendo un sujeto que no es amo en su propia “casa”.

Por tanto, devolver el cuerpo al sujeto es el único modo de volver a humanizarlo, de hacer visible su singularidad, de separarlo de un organicismo pre-Charcotiano que insiste en asimilar el organismo a ese núcleo de representaciones que nada sabe de anatomía y que es el cuerpo humano, a decir de Nietzsche, ese animal enfermo.

Los niveles de la discusión entre estas perspectivas son múltiples y abarcan desde las disputas de género a los intereses corporativos de la industria médico-farmacéutica.

Hemos centrado nuestro esfuerzo en plantear esta confrontación, en señalar la alternativa, en ofrecer la posibilidad de una diferencia.

En extremo agradable ha sido constatar el entusiasmo que este empeño ha suscitado y así como Freud habló un día de llevar la peste frente las costas del pragmatismo anglosajón, albergamos la humilde expectativa de poder continuar ofreciendo las posibilidades de lo inadecuado del todo en favor del beneficio de cada uno.

Esa es nuestra apuesta y este es, en particular, mi agradecimiento a quienes han hecho posible su formulación en este curso y los que puedan seguirle.


Bs. As. 26 de junio de 2019

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