César Paz-y-Miño
La manera clásica de evaluar la producción científica de un país es medir, entre otros parámetros, el número de investigadores que existen en el medio y las publicaciones que generan así como su impacto, es decir el número de veces que se citan; pero es indiscutible que el apoyo financiero a la investigación, es clave para su avance. El ranquin de producción científica da cuenta de este desde el año 1996, pero se puede evaluar año a año o comparando años, país por país.
¿Cómo estamos en el Ecuador en el desarrollo científico? Los números muestran que en producción científica, desde 1996 hasta 2020, nos ubicamos en el puesto 76 entre 240 países evaluados. Pero estos parámetros se deben comparar con la situación general. Para el 2012, representábamos el 0,02% de la producción científica mundial, el 0,31% de la Iberoamericana y el 0,57% de la producción Latinoamericana, y ocupábamos el puesto 96 entre 226 países evaluados. Ese año produjimos 614 artículos científicos y tuvimos 185 de índice de citaciones (H). Perú tenía el doble en todos los parámetros y estaba en el puesto 74 con 1 475 publicaciones e índice H-268; Chile tuvo 9 007 artículos e índice H-441; Estados Unidos, a la cabeza mundial, el mismo año tuvo 664.630 artículos e índice H-2577.
Los últimos datos a los que tenemos acceso para comparar la situación de la producción nacional, son de 2020 y exclusivamente para este año, ocupamos el puesto 66 entre 234 países, con 5 941 artículos científicos e índice H-185, igual que el 2012. Al comparar con los mismos países anteriormente mencionados, Perú está un puesto arriba nuestro con 6 014 publicaciones e índice H-268, Chile está en el lugar 41 con 20 405 e índice H-441, Estados Unidos segundo puesto en el mundo, superado por China, tiene 766.789 artículos científicos con índice H-2577. Estos datos de Ecuador significan que para el mundo representamos el 0,16% de la producción científica, el 1,81% de Iberoamérica y el 3,01% de Latinoamérica.
El análisis frío de los datos muestra que casi nada ha pasado en nuestro país. Hemos subido el número de publicaciones 967% de veces, pero nuestro índice de impacto sigue similar los dos años comparados, es decir H-185. Esto significa que la ciencia que hacemos es considerada entre baja y media en el impacto que producen los conocimientos publicados. Los autores nos citan poco. Es decepcionante para los investigadores, pero es crudamente real.
No solo se trata de producir más artículos científicos, sino de lograr productos científicos útiles a la sociedad, lo que es muy complejo en un mundo dominado por las patentes y la propiedad intelectual. La mayoría de artículos científicos (52,55%) que producimos son de acceso restringido, solo el 47,45% es de libre acceso. Los autores pagaron previamente a una determinada revista para que sea de libre acceso su publicación, y los rangos de pago están entre 500 a 3.000 dólares, lo que significa que una institución de investigación, por ejemplo una universidad, debe destinar un importante monto para pagos de publicación, que deberían estar contemplados en el 6% del presupuesto total de la entidad de educación superior, como manda la ley. Muy pocas universidades, por no decir ninguna, destinan ese 6% para sus investigaciones.
El Ecuador apenas destinó el 0,47% de sus PIB, según cifras oficiales, pero según el Banco Mundial es de 0,34% del PIB; por tanto, menos de lo que la ley dispone, que tendría que ser al menos el 0,55%. Corea destina 4,3%, Brasil 1,2%, Chile 0,38% y Perú 0,16% de su PIB. El recorte a los presupuestos de investigación en las instituciones de educación superior que es entre el 6% al 9% por año, es constante y asfixiante.
Ecuador incrementó cinco veces el número de investigadores con títulos de Maestría y Doctorado. Según los últimos datos, existirían 11 mil de estos profesinales, pero al comparar esta cantidad con el número de publicaciones, las cifras no cuadran. Si cada investigador contara con al menos una publicación, el país tendría similar número de “papers”, pero el 2020 solo se publicaron 5 941. Esto es más grave si consideramos que hay un reducido grupo de investigadores activos y publicando, que al menos dos veces al año sacan un artículo, con lo que la cifra de investigadores productivos baja a la mitad o a la tercera parte.
Las líneas de publicación en el Ecuador están encabezadas por ciencias de la computación, ingenierías, medicina, agricultura y ciencias biológicas, ciencias sociales, matemáticas, luego le siguen las otras ramas. Las ciencias de menor impacto son las que más recursos necesitan, por ejemplo la Biología Molecular y la Genética, tiene tan solo 396 artículos el 2 020, o la física junto a la astronomía 359 artículos. Chile produce 1 574 artículos de Biología Molecular y Genética, así como 2 652 de física y astronomía. Lo que debe entenderse en estos datos, es que las oportunidades de investigación y desarrollo por áreas están estrechamente ligadas a la inversión, y el Ecuador no invierte lo suficiente.
Las autoridades de ciencia del Estado ecuatoriano no han presentado, en los últimos 3 años, plan alguno de desarrollo científico-tecnológico. El último fue el programa Inédita que lo inédito que hizo fue asignar supuestamente 6 millones de dólares para 50 proyectos, que no se han ejecutado. Por tanto, el país está huérfano de autoridades de investigación. Sin plan, sin meta, sin apoyo, los investigadores sobreviven por propia iniciativa y contactos personales. La investigación nacional, con este panorama, solo tiene un destino: la debacle.
El gobierno de Moreno solo se dedicó al apoyo de la educación superior y no a la investigación que quedó relegada y encargada a burócratas turistas que nada hicieron por la investigación nacional. El gobierno actual, desde el inicio, puso en jaque a la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología (SENESCYT), amenazando que la cerraría, sin lograrlo por lo complejo de la ley. Igualmente, solo se ha dedicado a la planificación de la educación superior sin plan de desarrollo científico-técnico, alguno.
No se ve un futuro alentador para la investigación nacional. Instituciones desmanteladas, despidos de personal, poca o ninguna inversión, tiene a la ciencia nacional casi varada. Han pasado 100 días de gobierno, centrado en la pandemia, en las reformas de flexibilización laboral y en los tratados de libre comercio, con un desabastecimiento de medicamentos, priorizando vacunas, y un sistema de salud nacional complejo en vías de recuperación, según dicen las autoridades nacionales. Pero en investigación y desarrollo, nada ocurre.
Nadie habla de los problemas de investigación nacional, del propio covid y los datos que deberían obtenerse de esta pandemia, de ensayos clínicos, de medicina tradicional unida a la formal para tratamientos, o de otras ciencias como vulcanología, hidrología, astronomía, química, etc. No hay un plan de ciencia. Quizá termine la pandemia y se ponga atención al futuro y a la independencia de conocimiento que requerimos. Países que solo consumen y no producen conocimientos, son esclavos de otros, la ciencia así se convierte en un medio de dominación y dependencia. La ciencia propia libera.
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