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Violencia sexual

Actualizado: 7 dic 2023





Karina Nicolalde

Psicóloga Clínica





La violencia sexual ha sido un tema invisibilizado en el Ecuador. Por ende, las víctimas y sobrevivientes también se ven forzadas a vivir con estigma, vergüenza y culpa frente a este tipo particular de violencia. El enfoque de género es una herramienta importante en la consulta psicológica con víctimas de distintos tipos de violencia y también en la violencia sexual. Este enfoque permite situar al sujeto en su contexto y analizar los riesgos y amenazas a los que se enfrenta cada cuerpo.


Los cuerpos con vulva y ubicados en lo que socialmente se considera como femenino, se exponen a un tipo de violencia que atraviesa cruelmente el psiquismo y el cuerpo hablante.


Desde la infancia el discurso que atraviesan los cuerpos de las mujeres es la violencia. Expresiones como “corres como una niña”, “no llores que pareces una niña”, “golpeas como una niña” dan cuenta que, ser una niña es considerado un insulto y una humillación. Entonces: ¿Qué nos espera a las que fuimos niñas? El discurso sugiere una reflexión para todas las personas. Según el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer: “las prácticas nocivas están profundamente arraigadas en las actitudes sociales según las cuales se considera a las mujeres y las niñas inferiores a los hombres y los niños sobre la base de funciones estereotipadas.” (CEDAW, 2014).



Partiendo de esta premisa de desvalorización a los cuerpos con características socialmente consideradas como femeninas, cuando se habla de educación sexual, existen estereotipos que ubican a la sexualidad femenina desde la vergüenza de sus cuerpos y expresión sexual, miedo a la violencia e ideas culposas de ser fuente de seducción.


Por el contrario, para los niños estos mismos estereotipos dictaminan, en la mayor parte de casos, una educación sexual en la experimentación libre, con valor, honor y la constante presión por demostrar la virilidad. Por consiguiente, el uso de la violencia es nombrada culturalmente como innata del hombre y justifica actos de violencia sexual como parte de los cuerpos considerados como masculinos, olvidando la enseñanza del consentimiento como fundamental en las interacciones entre los cuerpos.


Es necesario el reconocimiento de las posiciones de poder que pueden ejercer unos cuerpos sobre otros. En el caso de las niñas, niños y adolescentes un adulto tiene una posición de poder, pero también la diferencia de tamaño del cuerpo, edad, psiquismo o alguna característica particular que puede colocar a un cuerpo en un lugar de poder sobre el otro. Según la CEDAW, estos estereotipos derivan en prácticas nocivas en base a “la supuesta superioridad o inferioridad de uno de los sexos, los intentos por ejercer control sobre los cuerpos y la sexualidad de las mujeres y las niñas, las desigualdades sociales y la prevalencia de estructuras de poder dominadas por el sexo masculino.” (CEDAW, 2014, pág. 8).


Dentro de las diversas violencias de carácter sexual, según López, “Se estima que entre dos y tres cuartas partes de las víctimas no revelan la experiencia hasta llegar a la edad adulta, y entre el 28-60% no lo hacen nunca” (López, 2022). Es complejo para las niñas reconocer y nombrar que el otro, que en la mayoría de los casos tiene un rol de cuidado o confianza sobre ella, ejerza un tipo de violencia.


Sin que baste con ese ejercicio, una vez que lo pueden nombrar, a los adultos cuidadores les es muy difícil hacerse responsables de la protección de estas niñas, ya que les es complejo pensar que un miembro de su familia pudo haber ejercido violencia. En muchos de los casos este hecho se encubre y se invisibiliza y la víctima tiene que seguir conviviendo con el agresor por varios años hasta que ella misma encuentra o no los recursos necesarios para protegerse.


Cuando las niñas se convierten en estudiantes y cuando las mujeres se insertan en el ámbito laboral, la violencia no cesa y la reacción de las unidades educativas y las empresas son en su mayoría las mismas que las familias, negar el hecho por “conservar el buen nombre de la institución” por encima de los derechos y el daño ocasionado directamente a la víctima.


Es así que, en el mejor de los casos el agresor es separado del espacio laboral o se evita el encuentro con la víctima en el área de educación superior, pero el suceso se queda en la impunidad, lo que refleja la posición tan dolorosa de nombrar que se ha ejercido un tipo de violencia sobre el cuerpo de una niña o mujer y asumir una posición de víctima y/o sobreviviente como un posible paso de reconocimiento de un delito y atravesamiento hacia el restablecimiento del estado psíquico para el trabajo de elaboración y resignificación.


Según la CEDAW: “En algunos contextos, la legislación nacional o su aplicación práctica, o su ausencia, permite que la defensa del honor se presente como una circunstancia eximente o atenuante para los autores de este tipo de delitos, lo que desemboca en penas reducidas o en la impunidad.” (CEDAW, 2014, pág. 12)


Dentro del enfoque de género se puede poner en contexto las amenazas y riesgos del silencio, encubrimiento e impunidad que pueden existir en estos casos y poder construir desde esa realidad, intervenciones pertinentes para trabajar con la persona que está sufriendo este tipo de doble vulneración de derechos.


Desde el punto de vista social, entendiendo el contexto de las sobrevivientes, se han ido construyendo frases poderosas que son indispensables en consulta al escuchar a la víctima, primero, agradecer la sinceridad y la confianza que la sobreviviente ha depositado en la persona quien escucha, segundo, la validación total en su palabra, tercero, la ratificación que nada de lo que le pasó es su culpa y finalmente, el agresor es el único responsable del daño causado. Según el instituto estatal de la mujer “Es importante trabajar con el sentimiento de culpa para que la víctima de cuenta de que no es responsables del abuso sufrido, ubicando la responsabilidad total en el ofensor, por medio de ayudar a la víctima a que perciba correctamente la situación de: Desbalance de poder respecto del agresor” (Instituto estatal de la mujer, 2010, pág. 24)


Los profesionales de salud mental deben estar capacitados para brindar primeros auxilios psicológicos a una persona que ha vivido violencia sexual y facilitar herramientas útiles que les permita tener la posibilidad de reparar un daño ejercido de manera cruel por una persona en una posición de poder con respecto a ella.


Es indispensable, facilitar la información pertinente para el cuidado corporal como un examen médico y las profilaxis post exposición para proteger la salud física y prevenir infecciones o enfermedades de transmisión sexual en el caso de una violación. Además, es fundamental brindar información inmediata para que la persona pueda acceder a primeros auxilios legales y tenga la información suficiente para afrontar esta violencia como medidas jurídicas que prioricen su protección.


La psicoeducación está dentro de este proceso en el cual es importante nombrar los posibles efectos y sentimientos que pueden estar implicados en la recuperación, porque la información útil y oportuna puede prevenir las secuelas psíquicas más severas en este tipo de casos. Tener en cuenta que si este delito fue flagrante la víctima puede acudir a las unidades flagrancia para que pueda colocar una denuncia, ya que paralelamente al tratamiento psicológico y dentro o fuera del ámbito penal, el acceso a la verdad y justicia son parte del proceso que puede facilitar una reparación integral, siempre respetando las decisiones que vaya tomando la víctima y/o sobreviviente en pro de su protección y reparación.


En conclusión, para comprender las secuelas de la violencia sexual, se debe analizar el contexto de violencia que viven los cuerpos con vulva y socialmente ubicados como femeninos, el enfoque de género es una de las herramientas que puede facilitar el ejercicio de reconocimiento de los riesgos y consecuencias de invisibilizar la violencia sexual. Finalmente, los psicólogos deben estar capacitados con herramientas pertinentes para salvaguardar la salud física y mental de la víctima, guiar el proceso de reparación y fomentar la capacidad del sujeto de resignificación, así como promover su capacidad creadora.


Recursos:



Referencias


  • CEDAW. (14 de noviembre de 2014). Recomendación general núm. 31 del Comité para la eliminación de la discriminación contra la mujer. Obtenido de https://www.acnur.org/fileadmin/Documentos/BDL/2014/9925.pdf

  • Instituto estatal de la mujer. (Octubre de 2010). Modelo de abordaje psicoterapéutico para mujeres víctimas de violencia sexual. Obtenido de http://cedoc.inmujeres.gob.mx/ftpg/Tlaxcala/tlaxmeta8.pdf

  • López, C. (27 de septiembre de 2022). Scielo. Obtenido de https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1989-38092022000100004

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