Jorge Mora
Psicoanalista- Psicólogo
Foro Analítico del Campo Lacaniano- Ecuador (En formación)
Para los psicoanalistas, especialmente para los que trabajan con niños, el campo educativo resulta ampliamente fascinante, sea consciente o inconscientemente (Manonni, 2011). Esto debido a que es en la escuela, donde se reactualizará el conflicto del niño que inició en sus primeros cuidados dentro de su grupo familiar (más allá de los padres, se incluye aquí también a sus parientes o personas que por un motivo u otro han asumido el rol de cuidado de los niños). Debido a esto, las relaciones que los niños establecen con sus “otros” dentro de la escuela resultan en un importante material al momento de pensar la clínica con niños. Donde vale la pena mencionar que resulta cada vez más frecuente, recibir en consulta a padres que llegan con sus niños en búsqueda de escucha, remitidos por la escuela; o con diagnósticos (en algunos casos extensos y complejos) que denotan cierto malestar en la relación que el niño, sus padres y parientes establecen con la escuela.
Para dar cierta visibilidad del establecimiento de esta relación entre el niño y sus otros en el entorno escolar, vale la pena partir de Freud (1917) quien en la conferencia 20: la vida sexual de los seres humanos nos indica que “La sociedad, en efecto, tiene que hacerse cargo, como una de sus más importantes tareas pedagógicas, de domeñar la pulsión sexual” (p.284). Esta referencia dice mucho respecto a este problema, puesto que Freud va a poner del lado de la sociedad y no de los individuos la tarea de introducir al niño en la cultura y nombrará a la educación como encargada de esta labor. Esto implica poder sostener una transmisión transgeneracional, que va más allá del hecho de brindarle al niño saberes respecto a las diferentes asignaturas, si no que, en última instancia la labor de la educación implica el acceso del niño a la cultura. Acceso que siempre resulta más o menos distinto de lo que se esperaba.
Si bien la educación del niño en la renuncia pulsional que propone Freud, parte desde su nacimiento, donde los padres eran los llamados al ejercicio de esta labor, es a partir del inicio de la era moderna, donde el surgimiento de la escuela va a tomar la posta en la labor educativa, reemplazando a los padres por los maestros. Esto al punto que, la escuela se convertiría en una forma de autoridad que se encargaría de dictaminar cual es el mejor acercamiento que se le debe dar al niño para educarlo, incluso por sobre la autoridad familiar. Tiempo después, y a partir del estudio del desarrollo humano en los 1800 la ciencia médica vendría a reemplazar nuevamente a la autoridad escolar en el dictaminar cuales deberían ser los modos óptimos para llevar a cabo la tarea educativa.
Frente a estas posturas pedagógicas que los médicos indicaban como ideales para la educación del niño, Freud (1933) advertirá que “la educación tiene que buscar su senda entre la Escila de la permisión y la Caribdis de la denegación {frustración}” (p. 138). Presentando así una alternativa sostenida en el inconsciente y marcando a la labor educativa de imposible. Pues en realidad no existe un camino más seguro que el otro. En otras palabras, no hay una forma de la labor educativa pueda abarcar todo su campo sin dejar algo por fuera, pero también da cuenta de que la educación va a ser siempre desproporcionada.
Para ilustrar esta propuesta partiremos de los ejemplos que Maud Manonni presenta en su texto la educación imposible de (1979) donde podemos rescatar del lado de la frustración al modelo pedagógico del Dr. D.G.M Schreber, padre del famoso caso de paranoia, trabajado por Freud a partir de sus memorias, quien plantea un modelo pedagógico sostenido en tres principios: el primero parte de la noción de que el niño es malo por naturaleza, esto implica que desde su nacimiento el niño debe ser extraído de su naturaleza, para ser sometido a la educación moral y física; el segundo parte de la idea que el niño debe aprender de manera temprana el arte de la renuncia, esto significa que los deseos del niño deben ser pospuestos con el objetivo de favorecer una instrucción basada en actividades y horarios considerados adecuados. Además, invita a no retroceder frente a los gritos o demandas de los niños si no que cuando esto suceda debe ser necesario intervenir siguiendo al tercer principio que consiste en que el adulto no solo debe obtener dominio sobre la voluntad del niño si no también sobre su cuerpo. Para esto recomienda el ejercicio físico, los castigos corporales y aplicaciones ortopédicas.
Por otro lado, y siguiendo la lectura del texto de Manonni, es posible ubicar en el lado de la permisión a la propuesta pedagógica de Rousseau, quien marca desde el comienzo una diferencia radical con el padre de Schreber, al sostener que la infancia es un proceso natural de la vida del hombre y que, como tal, se debe mantener especial atención a los desarrollos particulares de cada niño. El pensamiento de Rousseau se puede incluir dentro de una aproximación naturalista de la educación, donde se busca como fin el apuntar a la felicidad como el ideal mayor del niño (Vilafranca, 2012). Al respecto de esta posición educativa, Manonni (1979) comentara que: “el educador debe eclipsarse, el niño ser educado al margen de la familia, de la sociedad, de los libros, de la religión. La naturaleza servirá de guía” (p.43). Es así como, desde el modelo educativo naturalista de Rousseau, el educador debe ocupar un rol pasivo, pues intervenir implicaría dilatar aún más la educación del niño.
Poder ilustrar estas posturas pedagógicas cuyos efectos todavía resuenan fuertemente dentro de los modelos pedagógicos contemporáneos, nos permite pensar la escuela en un constante movimiento de palabra, donde lo más importante deber ser justamente la posibilidad de sostener el movimiento. Frente a esto, lo que el psicoanálisis plantea es justamente la posibilidad de una escucha diferente, que no se encuentre mediada por el temor, pero que tampoco se sostenga en ideales inalcanzables. Mas bien partir de que “El empeño del discurso analítico es poder brindar una respuesta singular a cada ser hablante, lo cual supone tomar en cuenta las condiciones reales en las que cada uno afronta su vida” (Coccoz, 2021 p.2). y promover que dentro de las escuelas pueda circular una palabra que pueda tomar al niño y a sus otros para dar cuenta de lo imposible que introduce la pulsión en la labor educativa.
Referencias
Coccoz, V. (2021). Nuevas Formas del Malestar en la Cultura. Grama Ediciones.
Freud, S. (1917). Conferencia 20: La vida sexual de los seres humanos. In Leonardo. Amorrortu editores.
Freud, S. (1933). conferencia 34. Esclarecimientos, aplicaciones, orientaciones. Amorrortu editores.
Manonni, M. (1979). La educación imposible (11th ed.). Siglo xxi editores.
Manonni, M. (2011). El niño retardado y su madre. Paidós.
Vilafranca, I. (2012). La filosofía de la educación de Rousseau: el naturalismo eudamonista. Educació i Història: Revista d’Història de l’Educació Núm., 19, 35–53.
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